miércoles, 2 de septiembre de 2009

Capítulo 5 : Hogar, dulce hogar.

Charlie tocó a la puerta dos veces. Nada, silencio. Espero oír algunos pasos, alguien que le abriese la puerta... pero nada. Tras pasar unos minutos plantado en frente de la puerta de su casa, recordó que no había nadie que le pudiese abrir, Marie y John estaban de compras por el centro de la ciudad. Sacó perezosamente las llaves de su bolsillo y abrió la puerta. La casa se encontraba silenciosa. Era una casa bastante grande, como todas las de la zona, clara y con muebles modernos y vanguardistas. A John le encantaban los muebles de último diseño, él era decorador y cada no mucho tiempo hacia un lavado de cara a su casa. Sus hijos ya se habían acostumbrado al olor a nuevo y a la pequeña incomodidad que producían los muebles nuevos.
Aquella era su casa, la casa que siempre le reconfortaba, se sentía bien cuando traspasaba sus paredes. Era su hogar aunque cambiara tanto, era su verdadero hogar.
Pero, esta vez, no sintió nada de aquello. Estaba confuso y algo asustado. Estaba acostumbrado de que todas las chicas se rindieran a sus pies, era su especialidad, nunca había sido rechazado. Sentía un gran sentimiento de tristeza en su interior. Tampoco había tenido aquella sensación antes, aunque no había tenido oportunidad de sentirla en sus carnes. También sentía grandes cosas por aquella chica, cosas que nunca había sentido por otra. Subió a su habitación, cerró la puerta y puso su equipo de música a todo volumen. Se tumbó en la cama, esperando despejar su mente.



La noche apareció como cualquier día, el cielo se oscureció por completo, dejando atrás aquel lila rosado. En la casa de Evangeline estaba todo en silencio, parecía que no hubiera ningún alma. Pero, allí estaba ella, encogida en un rincón, mejor dicho, “su” rincón. Se encontraba en el pasillo del segundo piso, en un pequeño armario que estaba en una esquina, un armario que tapaba un pequeño agujero que daba a una especie de almacén oscuro. Allí estaba ella.
No quería salir de allí, se sentía realmente avergonzada, ¿qué había estado a punto de hacerle a aquel chico? ¿Acaso... no podía cumplir su promesa?
Se sintió fatal, ella sabía que podía conseguirlo, ella sabia quw podía ser algo más, no solo ser arrastrada por sus instintos y hacer lo que le obligaban a hacer, debía ser fuerte.
Mientras se daba ánimos, recordó la pequeña conversación que habían tenido su hermano y ella.
>>- Evangeline, -susurró Sebastian, entrando sigilosamente a la habitación- ¿quién era ese chico?
- Nadie. –Respondió bruscamente ella, con los ojos fijos en la ventana. Pasaron unos muy incómodos, era normal entre aquellos hermanos. Él suspiró y ella respondió, intentando tranquilizarlo -Sólo era un compañero de clase.
- Entonces si que era alguien –concluyó el hermano. Se acercó a su hermana, posando su mano en su hombro.- ¿De verdad quieres seguir con esa estupidez? Aquel chico era una buena oportunidad...
- Yo no soy como tú –dijo con seriedad Evangeline y se giró a él.- Y lo sabes muy bien.
Él cogió a su hermano por los hombros muy fuerte, acercándola a él.
- Tú eres más como yo que como ellos, debes de metértelo en la cabeza de una vez. – El rostro bello de Sebastian se crispó, pero aún seguía hermoso. Suspiró profundamente y se dirigió hacia las escaleras con sus perfectos andares. -Haz lo que quieras, pero nunca lo conseguirás, Evangeline, es una simple leyenda, nadie lo ha conseguido y nadie lo conseguirá.
- ¡¿Y tú cómo sabes que nadie lo ha conseguido?! –su voz llegó al menos hasta dos octavas más alta.
Los hermanos se miraron, furiosos y desviaron la mirada. Sebastian miró por la ventana y vio como oscurecía.
- Hablaremos de esto luego –concluyó él.
- No tenemos nada que hablar, sabes perfectamente que no funciona nada que te comportes como si fueras mi padre, ni siquiera eres mi verdadero hermano.
El rostro de Sebastian se crispó todavía más y fue, en un visto y no visto, se tiró encima de ella, y la estampó contra la pared, aguantándola por el cuello. Evangeline, sin darse cuenta de nada hasta que notó la pared en su espalda, estaba con los ojos abiertos completamente mientras intentaba zafarse de aquella dura mano que le aplastaba.
- P-p... pa-para... ¿q-que te crees que estás ha-haciendo? –preguntó a duras penas.
- Intento enseñarte que no debes hablarme así.
- Suelta-me... si se enterara Patrick estarías acabado... –dijo Evangeline con una pequeña sonrisa.
- Igual que si se entera él que no estás tomando sangre humana... se sentirá muy decepcionado contigo –contraatacó Sebastian, apretándola un poco más contra la pared. Ella soltó un pequeño gemido.
- ¡Suéltame! ¡Así estamos en paz, ¿no?! Yo no le digo nada y tú no le dices nada... Así no es como deben comportarse los hermanos...Él giró la cabeza y la dejó caer. Cayó al suelo y se quedó ahí, sin moverse del sitio, tocándose delicadamente el cuello dolorido. Sebastian salió por la puerta. Ya era casi completamente de noche, las pocas estrellas se podían ver. Evangeline miró temerosa por la puerta, sintió miedo, nunca le había visto así.>>

Poco a poco, Evangeline taba como sus párpados se iban bajando y bajando... los encontraba muy pesados, pero a la vez no se sentía cansada, estaba nerviosa, estaba... sedienta. No, tenía que aguantar, da igual lo que pasara, tenía que aguantar...



Sonó el móvil, despertando a Charlie. Se movió bruscamente y se levantó rápido. Estaba confuso y sudando, había tenido una pesadilla terrible... Recordó lo que le había despertado... el móvil, ¿dónde está el móvil? Rebuscó entre las sábanas hasta que lo vio encima de la mesilla de noche. Miró el número, era Mike, ¿qué quería?
- ¿Mike?... ¿Qué quieres a estas horas? –preguntó con voz soñolienta.
- ¿Estas horas? ¡Sí son las ocho de la tarde! Venga, ven a mi casa que está aquí Dean.
- ¿A tu casa? La idea parece atractiva pero con tu hermana por ahí... mal royo.
- No te preocupes... no está, ha salido con unas amigas.
- Madre mía... y el primer día de colegio y saliendo por ahí –dijo Charlie con sarcasmo.
Se escuchó una carcajada de Mike.
- Baah, pero mejor, ¿no?
- Claro, ahora mismo voy para allá.
Colgó el teléfono y se levantó rápidamente. Se giró y vio su cama arrugada, pasó las manos por encima de las sábanas para dejarla algo presentable, aunque no lo consiguió. Pasó de hacerlo y abrió la puerta,... cuando se encontró con su hermana pequeña con unas gafas raras puestas.
- ¿Adónde vas? –preguntó, mientras se bajaba las gafas hasta la nariz. Charlie la miró con cara rara.
- Me voy a casa de Mike, ¿por?
Marie se volvió a colocar las gafas y empezó a dar un pequeño paseito por el pasillo. De un lado a otro, de un lado a otro...Charlie suspiró, se estaba cansando de los numeritos de su hermana.
- Bueno, me voy... que te vayan bien... –dijo mientras esquivaba a Marie- ¡ah! Y recuerda, quítate esas gafas tan feas cuando bajes por las escaleras, si no, te vas a caer seguro. –Y salió corriendo, bajando las escaleras a toda velocidad y saliendo disparedo por la puerta.
- ¡Eh! ¡Espera! –dijo persiguiéndole, pero su hermano era más rápido... se rindió y se quedó en la puerta. -¡No son feas, son las de Luna!

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