jueves, 20 de agosto de 2009

Diana (One Shoot)

Qué extraño. –pensé, al ver una foto de carné tirada en el suelo, a pocos milímetros de mi pie. También era extraño que me pasase algo diferente en mi rutina diaria.
Un estudiante universitario de primer curso con 18, en una ciudad desconocida, haciendo lo mismo todos los días. Salir del apartamento alquilado, ir a la universidad, comer, volver de la universidad, trabajar dos horas en un restaurante como camarero y volver a casa a estudiar hasta altas horas de la noche y vuelta a empezar.
Siempre lo mismo.
Y allí, encontrarme una foto, por muy insignificante que pareciera, era algo diferente.
La cogí del suelo lentamente, le di la vuelta y la miré. Era una foto de fotomatón de una chica, pelo moreno, ojos marrones y sonrisa radiante, era realmente guapa. En la otra cara había algo escrito... Diana
Miré a mi alrededor a ver si estaba aquella chica, al parecer, no.

Al llegar a mi casa, no podía pensar más que en esa chica, en Diana ¿Me había enamorado? Imposible, sólo había visto una foto.

A la mañana siguiente, como todos los días, volví a pasar por el mismo lugar. Había otra foto. La recogí también, era de la misma chica, aunque, en diferente posición. ¿Qué estaba pasando? ¿Se le caían las fotos a aquella chica o las dejaba caer a propósito? Me llevé aquella foto también.
Parecía aquel chico de la película de Amelie que recogía fotos de fotomatón, haciendo una colección en un álbum de fotos.

Aquella noche no pude dormir, por culpa de aquella chica, por culpa de Diana. Tenía que encontrarla, encontrarla y acabar con esto. Tanta intriga no me dejaba vivir.

Al día siguiente fui unas horas más pronto a la cafetería que pasaba todos los días, donde encontraba las fotos.
No había nadie en la calle, estaba todo desierto. Yo, sentado en el bordillo, con los ojos entrecerrados, no había dormido nada.
Pasaron los minutos y nada. Se me fueron cerrando los ojos poco a poco, hasta quedar profundamente dormido.
Escuché unas voces, era una chica. No sabía si era real lo que escuchaba o era parte del sueño. No distinguía lo que decía la chica, era lejano y confuso.
Noté como me caía agua en la cabeza, estaría lloviendo. Pero yo estaba ajeno a todo ello, intentaba distinguir que decía aquella voz femenina.
Escuché pasos y luego, alguien corriendo.

Me desperté. ¿cuánto tiempo había pasado? No mucho, aún no había gente en la calle. Estaba empapado y me dolía la cabeza. Bajé la mirada y allí, me encontré con otra foto. Estaba un poco deteriorada y empapada, tenía pinta de deshacerse de un momento a otro. Pero esta foto tenía algo diferente, un número... la tinta se había corrido y no se diferenciaban los números, pero por la cantidad, era de teléfono.
Intenté distinguir aquellos números... 650...
Marqué rápidamente los números, mis manos me sudaban, estaba muy nerviso. Le di a llamar.
Escuché una leve sintonía, me giré rápidamente hacia donde provenía el sonido. Y allí estaba... aquella chica de Pelo castaño, ojos marrones y sonrisa radiante... Diana.

Muerte [One Shoot Twilight]

El olor era algo insoportable. El bebé me desgarraba poco a poco desde dentro. Tenía que salir.
El bebé se ahoga. Mi querido Edward Jacob se moría. ¡Sácalo! ¡SÁCALO!
Intentaba expresar aquellas palabras, pero, no podía. La sangre salía a borbotones de mi boca.

Notaba las manos cálidas de Jacob masajeándome el pecho. Y las manos frías de Edward intentando sacar a nuestro bebé...

- ¡Vamos, Bella! ¡Sé fuerte! –gritaba Jacob. Quería contestarle... yo no era la que corría peligro, sino mi bebé... mi bebé se moría...
- No puedo sacar al bebé... se va a morir. –escuché que decía Edward. ¡NO! ¡SÁCA A NUESTRO BEBÉ! ¡No puede morir!
Conseguí dejar de tirar sangre y tuve fuerza de conseguir decir algo.
- ¡Sácalo! –grité lo más fuerte que pude, el grito me desgarraba la garganta y hacía que me doliera más aún... pero, no me importaba, yo no era importante... -¡Por lo que más quieras! ¡Sácalo!
Noté la mirada de Jacob clavada en mí. Estaba asustado y confuso... fue lo último que vi con claridad. Mi visión empezó a nublarse poco a poco, empecé a ver manchas de colores hasta que, al final, todo negro. La oscuridad me abrumó.

No supe cuanto tiempo estuve a oscuras. ¿Me había desmayado mientras mi hijo moría? No podía hacer eso, tenía que ayudarle a salir.
En ese momento, noté algo que me desgarraba, me desgarraba y me cortaba. Sentía que me iba a partir en dos y no pude detener un grito de dolor. No pude abrir los ojos, mis párpados pesaban demasiado pero, lo intenté.
Al final, conseguí abrir lo ojos. La visión seguía algo nublada pero conseguí distinguir a Edward con algo en sus brazos... era algo pequeño. Levanté la mirada a los ojos de Edward, estaban tristes. ¿Qué ocurría?

Comprendí que era lo que llevaba en sus brazos. Levanté los míos poco a poco para que me pasara a la pequeña criatura que dormía en ellos.
- Dámelo. –dije mientras mi voz salía débilmente por mi garganta.
- No, Bella –dijo una voz desde el otro costado. Era Jacob que sostenía mi mano.
- ¡Dámelo! –grité todo lo fuerte que pude. Pero mi grito quedó ahogado por una ráfaga de dolor en mi pecho. Notaba como mi corazón empezaba a latir más débilmente. Estaba teniendo un paro cardíaco. Me estaba muriendo.
No podía hacer nada más, en mi cabeza, empecé a decir adiós a mis seres queridos. Pasé poco a poco todos los rostros por mi cabeza. Las más dura de despedir, la de Edward, la de Jacob y aquel ser que aun no tenía rostro, mi hijo.
Quería ver antes de morir el rostro de mi hijo... lo busqué por la sala en mis últimos segundos de vida y, allí lo encontré. Estaba encima de una camilla, quieto, sin moverse... ¿por qué no se movía? ¿Por qué mi bebé no se movía?
...
No, no era posible... ¡NO!
Comprendí lo que pasaba... no podía ser cierto... mi bebé no podía estar muer... ¡¡!!

Jadeé fuertemente. Edward se removió sorprendido. Giré la cabeza por todos lados, mirando a mi alrededor. Estaba en el avión, de vuelta a Forks de la isla Esme.
Todo había sido un sueño... suspiré, aliviada mientras tocaba mi estómago abultado.
- No te ocurrirá nada, pequeño, te lo prometo –susurré.

Capítulo 4 : Mi nueva casa y la gente que vive en ella (parte 2)

Tras media hora de conversaciones estúpidas por parte de Anya, el teléfono me salvó la vida. Dean entró en su habitación con el teléfono en la mano.
- Es Martha, quiere hablar contigo. –Dijo apoyado en el marco de la puerta extendiendo con desgana el teléfono hacia su hermana.
- ¡Oh! ¡Es verdad! Tenía que contarme lo de Mike. Ahora vuelvo, Melinda –me dijo con una sonrisa. Yo asentí y desapareció. Su hermano siguió allí, observando lo que hacia. A mí me daba algo de vergüenza, pero seguí con la tarea de salvar aquella maqueta.
Me sorprendió cuando, al cabo de unos minutos, habló.
- No tienes porqué hacer eso. –me dijo con el ceño fruncido. Me encontró desprevenida y no entendí la pregunta. Le miré con una ceja alzada. Él pilló la indirecta. –Hacer la maqueta, ayudar a mi hermana. No tienes porqué hacerlo, es su trabajo y si suspende, pues que suspenda.
Le volví a mirar con una sonrisa. Su bonita cara hizo una pequeña mueca de confusión, pero pronto la cambió por una preciosa sonrisa, se arrodilló en el suelo y cogió mi brazo.
- No sigas. –dijo mirándome a los ojos. Notaba como me ponía roja como un tomate. No sabía porqué notaba tanta vergüenza, era muy confuso y extraño. Bajé la mirada hasta mi brazo y en ese momento me percaté que ahí habían unos números pintados en él... el número de móvil de Dante, ya no lo recordaba. Dean se percató de lo que miraba. -¿Y esos números? ¿Algún número de teléfono?
- Sí... –susurré-, es el de una chica, nada importante, que no pude apuntármelo en otra parte.
Me percaté de lo que había dicho, ¿por qué había dicho eso? ¿Por qué había dicho que no era importante? ¿Qué hacía quitándole importancia a aquel chico que me había hablado, me había tratado tan bien sin ni siquiera conocerme? Aquel chico que creía haberme enamorado de él... Yo no era así.
- Ah vale –dijo con una sonrisa algo disimulada, yo fingí no haberla visto. En ese momento sonó mi significativa sintonía del móvil de Flyleaf. Me levanté del suelo y corriendo fui a la habitación. Rebusqué por mi maleta-bolsa, pero no lo encontraba.
Al final, el móvil dejó de sonar sin haberlo podido encontrar. Escuché como Dean se acercaba hacia la puerta.
- ¿Algo importante? –preguntó.
- No lo sé, pero si lo era, volverá a llamar sea quien sea.
Él se volvió hacia el pasillo. Le seguí y vi como se fue hacia su habitación. Sentía curiosidad por ver como era. Me acerqué y me asomé por la puerta abierta. Esta habitación también era más grande que la mía, pero no había tanta diferencia. Esta ventana conducía también a la parte delantera de la casa, donde se veía la casa de enfrente. Las paredes estaban decoradas con alguna que otra camiseta de equipos de rugby de instituto, dos estics de hockey cruzados y algunos posters de grupos de música, los reconocí todos, eran bastante buenos y me gustaban. Había una cama bastante amplia (normal, con lo alto y musculoso que era Dean), un escritorio, unas estanterías llenas de trofeos y otras con libros. Me sorprendió un poco que tuviera tantos libros, no me esperaba nada de eso de un jugador de rugby del instituto. Aunque, pensándolo bien y quitando los estics y las camisetas de la pared, era la habitación de un chico con buen gusto musical y gran pasión por la lectura.
- Bonita habitación... –susurré para mi misma, pero Dean lo escuchó.
- ¿Te gusta? –preguntó interesado y algo sorprendido de que estuviese asomada por la puerta de su habitación. Asentí vergonzosamente porque me hubiese pillado.
Él sonrió demostrando sus dientes blancos. Su sonrisa era muy bonita. En ese momento, lo único que escuchaba era mi corazón. Todos los demás sonidos carecieron de importancia o, simplemente, ya no los escuchaba.
No supe cuanto tiempo estuve en aquel “trance”, volví a mi mundo cuando empezó a zarandearme Dean.
- Eh, eh... –empezó a susurrar mientras me zarandeaba suavemente. Las pequeñas sacudidas me “despertaron”. Confusa, agité la cabeza. - ¿Qué te ha pasado? Te has quedado embobada mirándome, creía que te pasaba algo –dijo con una sonrisa.
Me reí de mi misma, de lo que me estaba pasando, de cómo me estaba comportando. Sentía algo similar a lo que me pasaba con Dante, pero algo más fluido y desenfadado. Seguía sin comprender que me estaba ocurriendo y no comprendía tampoco como es que yo reaccionaba así. En ese momento, Dean me puso su mano sobre mi hombro y lo acarició con algo de timidez.
- Creo que estoy algo cansada del viaje y eso... –susurré algo avergonzada.
- Será mejor que descanses un poco...
Y me puso la mano sobre mi cintura y me dirigió hasta mi habitación. No me creía, me estaba comportando de una forma algo extraña en mí, aunque, lo peor era que Dean me seguía un poco el juego.

Me dejó en la puerta de mi habitación. Los pocos pasos que habían entre la mía y la suya se me habían aparecido en mi cabeza millones de preguntas, todas relacionadas en que me pasaba. No me atrevía a mirar a Dean a los ojos.
- Duerme un poco –me aconsejó, y aunque, no lo veía, notaba que su sonrisa aparecía de nuevo en su rostro. Yo me limité a asentir.
Al salir, cerró la puerta poco a poco. Yo me tumbé en mi cama, confusa, cerrando los ojos poco a poco, hasta quedar otra vez completamente dormida.

Capítulo 3 : Mi nueva casa y la gente que vive en ella (parte 1)

Asentí, algo avergonzada.
- Oh, qué bien. Te estábamos esperando, querida –dijo, alegremente la mujer. ¿Querida? Pensé. -. Dean, ya la hemos encontrado –dijo, volviéndose a atrás mirando al chico que venía con ellas.
Saludé tímidamente con la mano y observé a la familia que me acogería en éste próximo año.
La mujer adulta aparentaba unos 37 años o por ahí. Parecía la típica ama de casa. Me era extraño ver que aun existían mujeres que sólo de dedicaban a la casa... algo machista. Tenía el pelo cogido en un pequeño moño y era de color rubio oscuro. Sonreía.
Dirigí la mirada a la chica, parecía de mi edad. Era esbelta y muy guapa, algo baja y en muy buena forma. Rubia y de pelo liso. Animadora seguro.
Por último, miré al chico que se acercaba. Era fornido y alto. También era muy guapo y tenía el pelo, corto y de punta, rubio. Por la musculatura de sus brazos supuse que era jugador de rugby.
Suspiré. La típica familia me había tenido que tocar... seguro que el padre era el que trae el dinero a casa y lee todas las mañanas el periódico mientras se toma su café.
- Chicos, ésta es Melinda –dijo la ama de casa con una sonrisa en sus labios-. Yo soy Elizabeth y éstos son mis hijos: Dean y Anya –sonreí tímidamente y ellos me respondieron con un asentimiento. Empezamos bien...

Elizabeth no paró de hablar hasta que entramos en el coche. Decía que iba a estar muy bien en su casa y que me lo pasaría genial. Yo me limitaba a asentir en el momento adecuado.
Sus hijos tenían cara de aburridos.

Entramos en el coche y me senté en la parte trasera junto a Anya.
Ésta sacó un espejillo y se miró. Al ver que estaba perfecta lo guardó. Dean toqueteaba la radio en busca de una emisora.
- ¡Eh! Quiero escuchar esa canción de Beyoncé –espetó Anya.
- Esa tía es una mierda. La música que escuchas es una mierda –dijo mientras seguía buscando alguna emisora decente.
- Anda que la tuya... –susurró ella.
Elizabeth les miro de forma amenazadora y ellos se encogieron. Qué familia más feliz...
El resto del viaje en coche fue de un silencio algo incómodo.

Llegamos a aquella casa una media hora después. Era grande y clara.
Entramos en la casa. Era bastante acogedora y estaba llena de vida, algo, que era extraño en mi casa, ya que, mi madre se pasaba el día trabajando y yo me quedaba en casa, sola y sin compañía.
Dean me cogió mi “maleta-bolsa” y la subió por las escaleras. Le seguí, algo atolondrada, no sabía adonde ir y me limité a callar.

Al llegar al final de las escaleras, giro a la derecha y se adentró en un pasillo donde asomaban 4 puertas. Pasó de largo las 3 primeras y se paró en la última. Aminoré el paso y me detuve enfrente también. Observé lo que supuse que era mi futura habitación.
En ella había una cama, un escritorio, una mesilla de noche y un armario no muy grande. Entré despacio. Era bastante acogedora (por no decir algo pequeña) y algo que me llamó fue una ventana bastante grande que había. Me acerqué a ella, daba a la parte delantera de la casa. Se veía el jardín, las demás casas... Era un barrio bastante grande y tenía pinta de valer mucho las casas, todas eran muy grandes.

- Bueno... te voy a dejar a solas para que pongas tus cosas en tu sitio... –dijo Dean y salió de la habitación.
Volví a observar aquella habitación. Me gustaba bastante.

Puse mi maleta sobre la cama y la abrí. Saqué poco a poco mi escasa ropa y la fui colocando en el armario.
Mi maleta se quedó vacía a los pocos minutos. Acabé tumbada en la cama mirando el techo. Suspiré. Una nueva vida en Texas... que mal sonaba eso.
Intenté rememorar recuerdos felices, era algo complicado siendo yo.

>>-Ése también es muy guapo –dijo con una carcajada Sophie, señalando a un tío con una pinta horrible.
- ¡Tú estás loca! –grité, riéndome también. Estábamos mi mejor amiga y yo en el centro comercial, viendo a los chicos pasar y criticándolos. Sophie quería que tuviera un novio, siempre hacía lo mismo cuando se ligaba a un chico nuevo.
- Con lo guapa que eres y sin novio... –dijo Sophie con un suspiro- Quizá con un cambio de imagen...
- ¿Qué tengo de malo? –me quejé sonoramente.
- Si te maquillaras estarías más mona... y si te pusieras ropa más ceñida...
Suspiré. Ya le había dicho mil veces a Sophie que yo no era así, no me gustaba maquillarme ni arreglarme mucho, pero ella era muy cabezota.
Nos quedamos en silencio un rato. Ella seguía buscándome “pretendientes” y yo miraba con ansia la heladería del centro.
- ¡Ajá! –escuché que gritaba Sophie.>>

En ese momento escuché un ruido. Abrí os ojos poco a poco, me había quedado dormida encima de la cama. Al darme cuenta, miré el reloj de mi muñeca. Sólo había pasado media hora en mi mundo de sueños.... menos mal.
Me recosté en la cama y busqué de donde provenía aquel ruido. Salí de la habitación y miré al pasillo. Escuché como se quejaba sonoramente con un taco Anya. Me acerqué a su habitación y la vi con cara de enfado y una cosa extraña en el suelo, estaba rota.
- Perdón... –susurré. Anya se giró bruscamente y miró a su “cosa” en el suelo.
- Lo siento, no quería asustarte,... es que se me ha caído una maqueta que tenía que dar mañana... si no hago esta maqueta de un lagarto me suspenderán... –dijo con voz triste y yo miré a la maqueta del suelo, ¿eso era un lagarto?
Me senté a su lado en el suelo y cogí los trozos de maqueta.
- Te puedo ayudar si quieres, pero tendrás que hacerla de nuevo, no parece nada un lagarto.
Ella sonrió tímidamente y nos pusimos en ellos.

Mientras hacíamos una maqueta decente, investigué un poco su habitación. Era más grande que la mía y las paredes eran de un tono blanquinoso y rosado, había un armario realmente grande, una cama con una colcha de color rojo y un cojín de corazón y por las paredes colgaban algunas fotos de ella y supuse que de sus amigas y algunas cantantes de pop. Me pareció la típica habitación de una adolescente rica y algo infantil.
Ella se dio cuenta en como observaba la habitación.
- ¿Te gusta? –preguntó con una pequeña sonrisa.
Es una habitación bastante infantil, teniendo en cuenta que eres un año mayor que yo, y algo fea es. –pensé sinceramente, pero no podía decirle eso.
- Es bastante mona –dije para que me entendiese. Ella sonrió complacida.Tenía la sensación que no acabaría de llevarme muy bien con ella por la diferencia de gustos.

Capítulo 2 : ¿Amor?

El corazón se me había vuelto loco. No podía creerlo. Mi corazón había muerto hace años... no era posible que siguiese latiendo y no de esa manera.
Dante miraba por la ventanilla sin inmutarse. ¿Cómo no lo podía oír? Latía tan fuerte que casi se me podía salir del pecho.
Su mano aún permanecía cerca de la mía, no encima, pero la rozaba. Tenía unas ganas terribles de cogérsela. No, no podía hacer eso... él no sentiría lo mismo que yo...
Pero... ¿Qué sentía yo? Él me gustaba... no, no me gustaba, era algo más...
¿Amor? No, imposible. Amé a alguien hace tiempo y no fue una experiencia muy agradable. Pero aquel sentimiento era muy fuerte... no podía ser otra cosa.
- ¿Y porqué vas a Dallas? –preguntó repentinamente, me dio un susto y todo.
Tardé unos segundos en reaccionar. Me quedé mirando sus ojos de color azul cielo.
- Ah... pues... estoy por un intercambio...-susurré avergonzada.
- Oh, qué bien. Lo mismo Dallas no te gusta mucho... vienes de NY y todo allí es muy... no sé como decirlo...
¿Grande, pijo? Pensé.
- Quizás... estrambótico.
- ¿Estrambótico? –pregunté, confusa.
- Sí -dijo riéndose de mi expresión-, es la sensación que me dio.
Era curioso, me empecé a reír yo también. Hacía bastante que no me reía. Era una sensación muy...¿feliz?
...

Noté como algo me movía levemente. Abrí lentamente los ojos, me había dormido.
Todo estaba algo oscuro y vacío. Notaba que estaba apoyada en algo, me giré y vi el rostro de Dante a pocos centímetros del mío.
- Ya hemos llegado Melinda.- dijo con voz suave.
Noté como la sangre me subía a la cabeza. Me recliné rápidamente.
- Lo siento mucho... me dormí encima tuya...
- No te preocupes, pero, tendríamos que ir saliendo ya. Esto está vacío.
Asentí y rápidamente cogí la pequeña bandolera que llevaba.

Salimos del avión. Noté como llevaba colgando los auriculares del MP3, aún seguía sonando la música.

Cogimos las maletas y salimos hacia donde esperaba la gente a los pasajeros. No sabía quienes eran los que me recogerían, pero, suponía que llevarían un cartel con: “Melinda Smith” escrito.
Giré la cabeza hacia Dante. Él no parecía buscar a nadie.
- ¿Nadie viene a por ti? –pregunté, mi voz era casi inaudible con el follón que había a nuestro alrededor.
- No –respondió-, pero te esperaré, no voy a dejarte sola en una ciudad que no conoces.
¿ Me va a esperar? ¿A mí? ¿A una chica que había conocido hace escasas horas?
- No tienes porqué esperarme, puedes irte. –respondí, aunque, no era mi deseo que se fuera. Miré sus ojos azules. Recorrí con la mirada todo su cuerpo, antes o había visto un poco pero, me paré a observar cada parte con detalle, ¿sería la última vez que fuera a ver? Seguro. Pelo negro, corto, mirada azul y distante, torso atlético, piernas y brazos musculosos...
- Creo... creo que tu familia es esa –dijo, despertándome de mis pensamientos y señalando a una mujer, un chico y una chica que miraban a todos lados.-, los de allí.
Acerqué un poco y los observé de más de cerca. Como había imaginado, la mujer tenía un cartel en la mano que ponía mi nombre. Suspiré. Sí, era mi familia de acogida.
Volví la mirada a Dante, él me miraba con una sonrisa ero con algo de nostalgia en los ojos.
- Bueno, me voy ya... –dijo mientras miraba hacia el fondo. – Adiós.
- ¡O-oye! –grité, él se giró velozmente. Me arrepentí me sonrojé.- ¿Crees que nos volveremos a ver? Es que... eres muy simpático y eso...
Él sonrió y se acercó a mí. Cogió un bolígrafo y me cogió el brazo. Empezó a escribir en el brazo.
Pude ver lo que escribió cuando acabó, un número de móvil.
- ¿Me llamarás? –dijo con una sonrisa, ¿nunca se hartaba de sonreír?
- C-claro...
Sonó una alarma. Dante cogió su móvil rápidamente y abrió la tapa.
- Me tengo que ir –dijo con una mueca.-, llámame, ¿vale? ¡Adiós!
Me despedí con la mano, algo aturdida. Respiré hondo y me dirigí hacia la pequeña familia. Venga, Melinda, tú puedes. Me dije a mí misma.

Fui a paso lento, tapándome el número de teléfono. Al acercarme a ellos, la chica joven se giró hacia mí y me miró. Poco después, tocó a la mujer adulta y me señaló.
La mujer adulta se acercó a mí a paso ligero.
- ¿Eres Melinda Smith?

Capítulo 1 : El principio de todo

Me despedí con la mano de mi madre. Ella sonreía y me gritaba cosas como “¡Te lo pasarás bien!” o “Llama pronto”.
Sólo me iba de viaje. Pensaba, avergonzada. Escondiendo mi cara en la chaqueta que llevaba en mi mano.
Un intercambio, la verdad, mi madre no tenía mucho dinero para llevarme fuera de EEUU, así, que sólo llegaba para irme a otro estado... De Nueva York a Texas... por favor... ¡Yo no quería ir a Texas! ¡A Dallas! ¡Quería quedarme en Nueva York! O irme a algún país de Europa... pero no ir a Texas.
“Necesitas un cambio de aires... han pasado muchas cosas en estos últimos 5 años, y tú, ya no sales con tus amigas, estás como... muerta” decía mi madre, cada día desde que me anunció que me iba a Texas un año. Aunque, tenía razón. Ya no tenía ni amigos, me los días enteros en casa... Pero, no me importaba lo que dijese la gente, yo quería desaparecer. Irme a algún país de Europa y seguir mi vida allí.

- Les informamos todos los pasajeros que el vuelo 97, con destino Dallas, Texas. Ha sufrido un retraso de 1 hora. –anunció el megáfono. Oh, genial, una hora encerrada en el aeropuerto.
¿Qué haría? Encima que no tenía ganas de irme, tenía que esperar una hora en ese maldito aeropuerto... ugh...
Cogí mi cámara de fotos, mi madre me había convencido que la cogiese. Me parecía una tontería.
Hacía años que no se utilizaba, era de mi padre. Me la regaló cuando se fue de casa.
Ojeé unas cuantas fotos. Habían fotos mías y de mis amigas... esas estúpidas pijas que ahora eran animadoras con un novio diferente por semana. Las odiaba.
Seguí mirando, encontré unas fotos con mi hermano, en el cumpleaños de mi madre de hace bastantes años. Íbamos del mismo color vestidos. Me entraba nostalgia el ver a mi hermano... pero, ya no tristeza. Ya lo había superado. Fui pasando rápidamente las fotos siguientes, no quería ponerme a recordar hechos pasados.
Encontré una foto mía y de mi novio, el único novio que tuve en mi vida... otra persona a la que no quería ver nunca más. Bufé y tiré la cámara al suelo.
¡No! ¡¿Qué había hecho?! Dejé caer mis rodillas al suelo y cogí la cámara. No se había roto nada... menos mal...
Seguí buscando indicios de daños. Encontré que se le habían caído las pilas. Miré por el suelo y vi una mano extendida enfrente mía.
- ¿Son tuyas? –preguntó una voz masculina.
- Sí, gracias. –dije, arrebatándoselas de sus manos y, aún en el suelo, se las coloqué a la cámara. Me levanté y me dirigí hacia mis maletas, sin importarme de mirar a la cara de el chico.
El chico siguió mis pasos... ¿Qué quería? Ya me había dado las pilas, ¿no? ¡Pues que se marche por dónde ha venido! El chico se colocó a mi lado. Ignoré que estaba y me dispuse a mirar al panel de vuelos, para disimular.
Pero la curiosidad mató al gato. Le miré mientras mi pelo liso y castaño me tapaba la cara. Era realmente guapo, pero, seguramente sería de esos tíos superficiales que están obsesionados por su cuerpo y quieren estar cachas.
Tenía a sensación que odiaba a todos sobre la faz de la Tierra... que todos eran idiotas...
Volví la mirada al panel. Retrasado... retrasado... retrasado...
Empecé dar golpes con el zapato en el suelo, la idea de irme a Texas no era muy atractiva, pero, era mejor que estar en aquel aeropuerto.
Miré otra vez a aquel chico, me estaba mirando. Volví la cara, avergonzada. No sabía que hacer. Vi el baño, mi salvación. Fui corriendo hacia él.

Me tiré agua a la cara. No estaba acostumbrada a que la gente me mirara. Era una de esas chicas que no captan la atención, era muy tímida, al menos, ahora sí.
Me miré al espejo. No era una chica muy guapa, ni muy atractiva... era todo lo contrario...
Odiaba mi pelo liso y castaño, odiaba mis ojos verdes, odiaba mis labios finos, odiaba mi complexión larguirucha y sin curvas... ¡me odiaba entera!
Era la típica chica de instituto que todo el mundo cree que acabará como una bibliotecaria, sola, en una casa llena de gatos.
En ese momento, unas chicas salieron del baño. Me encogí y me dirigí a la punta del lavabo, contra la pared.
- ¡Qué asco de baños! –espetó una rubia de bote.
- Ya ves... estoy esperando a Los Ángeles... NY está bien... pero nada en comparación con Beverly Hills. – respondió otra morena. Oh genial, unas pijas.
- Pues sí... –dijo, mientras me miraban con mala cara. Salí del baño corriendo, cogiendo mi “maleta”, que era una bolsa.
Tan despistada, que al salir del baño me choqué con alguien. Por la inercia, acabé en el suelo.
- ¡Lo siento mucho! –grité, avergonzada.
- Lo siento yo... tú has acabado en el suelo... –me extendió la mano. La cogí y me ayudó a levantarme. Alcé los ojos para mirarle la cara. ¡Mierda! ¡Era el tío de las pilas!
- ¡Ah! ¡Tú eres la chica de la cámara! Que coincidencia, ¿no? –dijo con una sonrisa en la cara.
¡Qué mala suerte! Con todas las personas que habían en aquel aeropuerto, tenía que volver a encontrarme con él... no es que le tuviera manía...
- Sí, es verdad... –susurré. El chico seguía mirándome. Miré hacia el suelo, sentía verdadera vergüenza... ¿cuánto tiempo hacía que nadie me miraba con esa intensidad? Quizá... nunca.
Miré rápidamente al panel de vuelos... ¡el avión estaba ya!
- Ehh... lo siento, pero me tengo que ir. –dije, y rápidamente salí corriendo de allí. ¡Salvada!

Cargué rápidamente mi maleta. Pasé el control de metales. Todo. Ya había dicho adiós a mi ciudad amada y cuanto antes me iría, mejor, así no podría huir de mi destino.

Subí al avión, no era muy grande e iba en la sección de turista. Me coloqué alejada a las ventanillas, había conseguido que el vértigo desapareciese, pero, aún no estaba muy segura si me volvería aquel miedo. Me senté. Tenía toda la pinta de ser un viaje aburrido,... yo y mi optimismo.
Cogí mi libro, mi preciado libro de Edgar Allan Poe; El Escarabajo Dorado. Lo empecé a leer, intentando ignorar el despegue del avión.
Hubieron unas pocas turbulencias, quería poder tener una seguridad, agarrarme a algo, pero no tenía nada. Me hubiese gustado tener una mano a la que coger. Sentía miedo... ¿el vértigo había vuelto o es que tenía miedo a los aviones?
Apreté mi mano contra el posabrazos del asiento, tenía las manos rígidas y temblaban levemente.
Noté un movimiento brusco en el avión. Reprimí un grito entre mis dientes. ¿Turbulencias? Oh no...
En ese momento, note como una mano se posaba sobre la mía. Me la cogía.
- No te preocupes –susurró una voz-, no te pasará nada.
Aquella voz me pillo desprevenida. Con los ojos algo llorosos me giré hacia aquella vez. El destino me había cogido manía, era el tío de las pilas.
Había estado tan agobiada que ni me había dado cuenta de quien tenía a mi lado. No me desagradaba tener su mano sobre la mía, pero, lo veía extraño. Notaba una sensación que no reconocía, me era familiar, como si, hace tiempo la hubiese notado, pero seguía sin reconocerla.
Noté otro temblor, era más pequeño pero me siguió dando miedo. Le cogí la mano más fuerte pero, después me arrepentí.
- No te preocupes... no ocurrirá nada. –dijo con una sonrisa.
- Estimados pasajeros. Estamos sufriendo unas pequeñas turbulencias, pero, no se preocupen. Pónganse el cinturón de seguridad y manténganse en sus asientos, en unos minutos las turbulencias desaparecerán. –anunció el interfono del avión.
- ¿Ves? –puntuó.- No tienes que agobiarte, en unos minutos se pasará.
- No creo que aguante unos minutos. –susurré. Rió.
- ¿Cómo te llamas? –preguntó, cambiando de tema.
- Melinda, ¿y tú?
- Dante. –dijo con una sonrisa radiante. Le devolví una yo también, pero, no era tan perfecta como la suya. Mi corazón empezó latir un poco más rápido. ¿Qué te pasa, corazón?¿Qué ocurre? Aquella sensación era muy extraña... era aquella sensación otra vez que había sentido hace unos escasos segundos. ¿Acaso...? No, imposible... yo me había convertido en algo frío, gélido... no volvería a conocer aquel sentimiento.
Las turbulencias cesaron repentinamente.
- Ya ha parado todo... ¿estás bien?- Sí...-susurré... quizá de maravilla.

Capítulo 4 : Beso y oscuridad

Evangeline llegó a la puerta de su casa. Metió las llaves por el cerrojo y la abrió.
El interior de su casa estaba todo oscuro y se escuchaban algunos ruidos de gente hablando y risas. Después escuchó la voz de su hermano.
- Están todos locos –murmuró Sebastian mientras miraba la tele.
- Hola, –saludó Evangeline al ver a su hermano en el sofá, cómo esa misma mañana- ¿te vas a dignar a salir fuera o te quedarás aquí?
- Saldré después, cuando sea de noche.
Evangeline puso los ojos en blanco y dejó caer su mochila a su lado, se sentó en el sofá y miró la tele sin observar nada.
- Nadie te obligaba a venirte conmigo. –Susurró ella.
- Era mi deber, como hermano mayor, y si no fuera por mí, no tendrías dinero.
- Podría ganarlo,-dijo levantando el volumen de voz un poco y girándose hacia su hermano- ... trabajando como hace la gente.
- Exacto, como hace la gente.
La habitación se llenó de un silencio algo incómodo que sólo lo rompía la televisión encendida.
Evangeline se levantó del sofá y se acercó a la ventana más próxima, cerrada con las cortinas y la persiana. Toda la casa estaba oscura menos por la leve luz del televisor.
- Creo que ya va siendo hora de que te acostumbres a la luz del sol...
- ¡Ni se te ocurra! –bramó Sebastian- ¡Cómo lo hagas...!
- ¡Es por tu bien! ¡Si no, nunca encajarás, ni te relacionarás!
- No lo necesitamos, al menos, con ellos no.
Los hermanos se miraron con el ceño fruncido hasta que la hermana se dignó y se fue escaleras arriba, a su habitación.
Se tumbó en su cama, con las sábanas perfectamente dobladas encima y se quedó allí, pensativa. Pensaba en aquel extraño chico y también pensaba en lo que había pasado aquel día. Ella sólo quería pasar desapercibida, ser “normal”, pero, tenía la sensación de que a partir de ese día no iba a ser igual.

En el instituto, Charlie se preparaba para la selección del nuevo equipo de fútbol. Se escuchaban gritos de algunos chicos en los pasillos, pero él se encontraba sólo en el vestuario. Estaba pensando mientras miraba a la nada, divagaba en los hechos ocurridos aquella mañana. Al pensar en Evangeline se sentía... feliz, sentía como unos deseos dentro de él, quería verla, tenía que verla. Ya tenía un plan y una excusa para verla.
Los gritos aumentaron y por la puerta del vestuario se asomó Mike.
- Tío, sal de aquí, que ya es la hora de la selección.


“Nunca más...”
Evangeline repitió en su cabeza aquellas palabras. Se recostó sobre la cama y dejó su ejemplar de “El cuervo” en su mesilla de noche. Poe era su escritor favorito, sus relatos la sacaban tanto de su mundo que olvidaba lo que era. La transportaban a su mundo y cuando acababa de leerlos, sentía como se “moría” y “revivía” en el mundo real. A veces deseaba que las historias nunca acabasen, pero era imposible. Estaba aún en su estado de “muerte” cuando escuchó un leve sonido. Tardó bastante en comprender de donde provenía aquel sonido. Su hermano se asomó a la puerta, alejándose de la luz que emanaba la ventana.
- Evangeline... han tocado el timbre.
¿Habían llamado? ¿Quién había llamado? Nunca nadie había llamado desde que se habían mudado hace 3 semanas. La gente huía de aquella casa, les daba miedo. Todas las puertas y ventanas cerradas, y sólo salía una persona de aquella casa. Los ancianos de los alrededores ya se inventaban historias cómo que ella había matado a toda su familia y tenía los cuerpos encerrados en la casa, lo bueno era que en aquella calle sólo vivían ancianos y no ningún alumnos del instituto que pudiera contar aquellas historias.
Evangeline bajó de su cama, descalza y bajó lentamente las escaleras, sin hacer mucho ruido y con la mirada fija en la puerta. El timbre volvió a sonar. Abrió la puerta cuidadosamente, teniendo miedo de quién se encontraba al otro lado.
Y aquel chico, aquel chico se encontraba de pie, esperando mientras miraba la calle de un lado a otro. El chico giró la cabeza cuando escuchó el ruido de la puerta.
- Hola –saludó Charlie.
Evangeline se quedó unos segundos mirándole con los ojos entrecerrados, no podía creérselo, acaso ¿la había seguido?
- ¿Qué haces aquí? –preguntó, aun con el mismo gesto en su rostro.
- Solamente he venido a hablar sobre lo pasado esta tarde –dijo, ignorando el tono algo antipático de la voz de ella.
- No hay nada de que hablar, ha sido un accidente y ya está.
- Me gustaría discutir de eso contigo, pero prefiero hacerlo dentro de una casa que en el porche de ella –dijo él, señalando el interior de la casa con un movimiento de su cabeza.
Evangeline suspiró y abrió completamente la puerta, dejando que entrara y desapareció en la oscuridad de la casa.
Charlie se sorprendió de que todo estuviera tan oscuro, pero la luz apareció de pronto, con la velocidad de la subida de las persianas.
- Mi hermano estudia hasta tarde y ahora mismo está durmiendo, necesita oscuridad para dormir –dijo Evangeline, adelantándose a Charlie, suponiendo que su hermano estaba en su habitación.
- ¿Y necesita toda la casa?
- Sí y no tengo que darte un porqué –respondió con dureza mientras se sentaba en uno de los sillones. – Y bien, ¿de qué quieres discutir?
Charlie se sentó en el sofá y se inclinó hacia delante, para estar más cerca de Evangeline.
- Primero; espero no te enfades sobre la broma de las animadoras, son algo idiotas y no entran en razones y segundo; me gustaría saber porqué no le habías dicho la verdad a la directora.
- Primero; la verdad es que no me importa lo que me hagan y segundo; prefiero no tener problemas con esa clase de gente. Ahora seguro que me tendrán manía... no es que me importe mucho, pero prefiero ser invisible.
Evangeline se calló rápidamente, había hablado demasiado. Charlie frunció el ceño y se levantó el sofá. Se acercó a Evangeline hasta quedar peligrosamente cerca de ella, entre sus narices habían muy pocos centímetros.
- No te preocupes por las animadoras, conmigo estarás a salvo, –dijo con una sonrisa que derretiría a la chica más dura- y sobre lo de ser invisible, ya no creo que pueda ser.
Evangeline se sintió un poco incómoda al verle tan cerca de ella, apartando la mirada de su rostro, con la respiración algo agitada... ¿qué le ocurría? ¿Qué le pasaba? Se sentía muy extraña... no sabía como actuar.
Charlie tragó saliva y se acercó un poco más a ella, muy lentamente. Ella levantó la mirada y se encontró con él, todavía más cerca. No se pudo contener, posó bruscamente sus labios sobre los de él. Charlie se sorprendió de que fuera ella la que diera el paso, se dejó llevar, poniendo sus manos sobre su cintura y su cabello. Las manos de ella se encontraban en su hombro y en su cabello también. Apartó bruscamente su boca de la de él y bajó suavemente hasta llegar a su cuello. Tiró su aliento en él y abrió poco a poco su boca, acercándose, enseñando sus...
-¡¡No!! –gritó Evangeline, empujando a Charlie.
Evangeline se levantó del sillón y se dirigió a la ventana. Charlie se encontraba muy confuso. Se levantó y se acercó un poco a ella, tratando de calmarla.
- Será mejor que te vayas –espetó ella, dejándole petrificado en el sitio- por favor.
El chico se dirigió lentamente a la puerta, aun confundido, y mirándola. Se escuchó cómo chirriaba la puerta al cerrarse.
Evangeline puso sus manos encima de su rostro, ¿qué había estado a punto de hacerle? Estaba muy decepcionada con ella misma, no creía que fuera hacerlo, no a él. Sentía unos sentimientos algo extraños hacia ese chico... había estado apunto de... morderle.
Tras aquel beso... vino la oscuridad que la acechaba... su naturaleza la ponía contra la espada y la pared... hacía mucho que no cazaba.

Capítulo 3 : Lios

Por fin era la hora del almuerzo. Todos los estudiantes habían salido corriendo de sus clases, teniendo por fin, un tiempo para comer, hablar o lo que sea. Se iban acercando todos a la cafetería, pidiendo algo de comer, o saliendo al exterior. Hacía muy buen día, como era normal en Jacksonville, la mayoría de los estudiantes salían a fuera para comer. Se reunían en pequeños grupos y charlaban, era lo típico.

Charlie se reencontró con sus amigos, cogieron el almuerzo (una gran montaña de comida pre-cocinada) y salieron a fuera. Les esperaban la mayor parte del equipo de futbol y bastantes animadoras, entre ellas, cómo no, Sophia, que mostró una sonrisa deslumbrante al verle. Llegaron cuando una conversación empezada.
- ¿Y qué me contáis de la nueva? –dijo Jack, el delantero chulito. Era un perfecto chaquetero (en torno a las chicas), cada semana, elegía a una “novia” cómo decía él, y poco después se deshacía de ella como el que tira un clinex a la basura. A Charlie le parecía un completo idiota. – Parece guapa, pero también algo rara.
- Y que lo digas. –dijo Sarah, la capitana de las animadoras, mientras se comía un trozo de zanahoria – Parece una gótica amargada... ¡y qué nombre que tiene! ¡Evangeline! ¡Parece del siglo pasado!
Tras ese comentario, todos los presentes se rieron, menos los tres recién llegados.
- ¿De qué habláis? –preguntó Dean mientras se sentaba en el suelo– Mejor dicho, ¿de quién?
- De la nueva, -respondió Sophia, con su sonrisa siempre acechando por su boca- Está en la clase de matemáticas de Sarah y Charlie.
Charlie se inmutó un poco al oír su nombre, pero, se sentó y siguió con sus pensamientos. En sus siguientes clases, biología e historia, no encontró a Evangeline y deseaba encontrarla, no sabía por qué, pero lo quería. Sentía, en su interior, una pequeña obsesión que estaba creciendo poco a poco. Seguía siendo una persona extraña para él y no quería que siguiera así, quería conocerla bien.

Las siguientes clases fueron tan aburridas como las demás. Charlie seguía sin encontrar a Evangeline en ninguna de ellas, al menos, en una de ellas estaba con Mike, pero en otra tuvo que soportar a Sophia.
Por fin, la última clase, gimnasia, era la única que le gustaba a Charlie y estaba con sus dos amigos. Fueron a los vestuarios para ponerse el chándal.
- Qué mierda... odio el instituto –comentó Dean mientras se quitaba la camiseta.
- Es el primer día y ya te quejas –dijo Mike entre risas.- Pero te tengo que decir que tienes razón... ¡qué clases más aburridas!
En ese momento pararon de hablar. Había un silencio algo incómodo en el aire. Charlie notó sus miradas encima suya.
- Tío...¿qué te pasa? –le preguntaron casi al unísono.
- Nada, nada, ¿porqué? –preguntó algo incómodo y avergonzado.
- Emm... pues que porque no has dicho casi ni una palabra desde por la mañana, antes de entrar al instituto y estás como... ido. –respondió Mike con un cierto tono de molestia en la voz.
Tenían razón, no se estaba comportando como normalmente. Él era más hablador, más espontáneo... y se estaba comportando... diferente. Se pasó una mano por el pelo y se levantó. Llevaba puesto los pantalones de chándal, pero aun llevaba su camiseta, se volvió a sus amigos y les mostró una pequeña sonrisa.
- Sé que estoy algo extraño, pero no es nada... sólo es por el primer día de clase. –dijo con algo de timidez,... intentando ocultar que era una mentira.

Salieron al gimnasio para el comienzo de la clase. Eran los últimos en llegar, como era normal, pero el profesor tampoco había legado. Charlie se estaba considerando algo afortunado en algunos sentidos aquel día.
La puerta del gimnasio se abrió y entró la última rezagada, aquella persona a la que esperaba Charlie. Por la puerta, entró Evangeline vestida con el chándal del instituto una camiseta blanca con unos pantalones rojos con una franja blanca, aunque, era algo más cortos y que los de las demás chicas... una broma de primer día. La camiseta le llegaba poco más de 5 cm del pecho y algo apretada y los pantalones le tapaban, más bien poco
Algunas chicas (todas animadoras) empezaron a reírse cuando entró por la puerta, pero les salió el tiro por la culata. Ella entró cómo si nada hubiera pasado e ignorando a todos los demás. Poco a poco, la gente de la clase se fue fijando en ella, los chicos se iban quedando con la boca abierta, no solo porque iba cubierta muy poco, también porque tenía un gran tatuaje que le cubría gran parte del muslo izquierdo.
Las animadoras se fueron callando y miraron enfadadas por la reacción de los chicos, las demás chicas se reían de las expresiones de las animadoras y sonreían a Evangeline, mientras los chicos se miraban entre ellos, hablaban en susurros o simplemente la miraban. Charlie se había quedado embobado, lo que más le sorprendió fue aquel enorme tatuaje que tenía en la pierna, era una especie de dragón negro muy extraño.
Evangeline se mostró algo avergonzada y fue a sentarse en un banquito, pero las miradas la seguían. Pronto, se escucharon bufidos de envidia de las demás chicas.
Charlie, suspiró y empezó a andar, dirigiéndose a aquel banquito. Sintió en su nuca las miradas de sus amigos, también las miradas de todas las demás personas del gimnasio, junto a sus susurros.
Cuando llegó enfrente de ella, se paró en seco y bajó la mirada. Evangeline le miraba confusa mientras él se iba quitando la camiseta sin dejarla de mirarla a los ojos, después, le extendió la camiseta delante de su cara.
- Anda, póntela –dijo, con una menuda sonrisa en sus labios.
Ella negó con la cabeza.
- No necesito tu caridad, me puedo zafar de las bromas yo sola.
Charlie suspiró fuertemente y se acercó un poco más a ella, para hablarle sin que los demás les escuchasen.
- Bueno, creo que a partir de ahora tendrás a unas cuantas personas que te seguirán... si prefieres tener una clase de gimnasia con miradas lascivas acechándote y susurros rodeándote, no cojas la camiseta...
Evangeline soltó un bufido y cogió bruscamente la camiseta que colgaban de sus manos.
Cuando se la iba a poner, la puerta del gimnasio se abrió de par en par, entrando una pequeña figura encogida y arrugada, era la secretaria Simpson.
Lo primero que vio la Simpson fue a Charlie y a Evangeline relativamente desnudos al su parecer. Empezó a ponerse colorada.
- ¡Ustedes! –gritó como una loca, señalándolos con su pequeño dedo arrugado- ¡Vayan ahora mismo al despacho de la directora!
Evangeline miró confusa a Charlie y se fue levantando poco a poco, aún con la camiseta de él en sus manos.
- Será mejor que nos demos algo de prisa antes de que se enfade maá... –le susurró Charlie, pero fue interrumpido por otro grito ametrallador.
- ¡¡Ahora es ahora!!
Los dos jóvenes salieron veloces del gimnasio, cerrando las puertas cuidadosamente mientras se escuchaban aun algunos chillidos de dentro.
- ¡Díos mío! ¡Vengo aquí, para decirles a los alumnos que su profesor tardaría en llegar y me encuentro con que los dos chiquillos estos estaban a punto de... tener relaciones pre-matrimoniales delante de todos!
Evangeline puso otra vez una cara de confusión, ¿relaciones pre-matrimoniales?
- Lo sé, está loca –comentó Charlie, sorprendiéndola, mientras se iba adelantando por los pasillos– es una monja retirada, por eso es así, saca conclusiones muy precipitadas. Si fuera por ella, este instituto sería de curas.
Evangeline se quedó pensativa, pero siguió andando, detrás de él. Charlie se pasó una mano por el pelo y gruñó. Ella se sorprendió un poco, y luego bajó la cabeza.
- Lo siento mucho...
Charlie se giró sorprendido. Entrecerró los ojos un poco.
- Tú no tienes la culpa, han sido las imbéciles ésas. Creo que ya no les queda ninguna neurona en la cabeza con tanto tiente y tantas extensiones.
Evangeline sonrió un poco pero rápidamente cambió la sonrisa por la misma cara de antes, pero él se dio cuenta.
- Lo malo es que si me castigan, creo que tendré que decirle adiós al fútbol. –Prosiguió y siguió caminando.
Ella no dijo nada, solamente le siguió.
Pasaron unos segundos en silencio, no era nada incómodo, pero había un poco de tensión por parte de Charlie, no sabía que podía pasar.
- Le explicaremos que ha sido un malentendido, seguro que nos comprende. –Dijo por fin Evangeline, mostrando esta vez su sonrisa.
- Gracias.

Mientras seguían el camino, (que era algo largo, ya que el despacho estaba a la otra punta del instituto), se fueron topando con otros alumnos que les miraban extrañados o embobados. Decidieron ignorar lo que pensaban y siguieron.
Al llegar al despacho, los dos suspiraron a la vez, pero no se dieron cuenta.
Charlie tocó la puerta. Se escuchó un “adelante” del interior y la abrió.
La directora Williams, de unos treinta y pico años, se encontraba en un despacho muy iluminado, rodeada de fotos enmarcadas, pequeños banderines y trofeos.
Para su sorpresa, la secretario Simpson se encontraba a su lado con una mirada llena de rabia.
Qué rápida es , pensó Evangeline.
- Ya se puede marchar –dijo la directora y la secretaria salió del despacho manteniendo aun esa mirada. – Chicos, sentaos... creo que lo que ha ocurrido aquí ha sido un malentendido.
A Charlie se le iluminaron los ojos al ver que no tenían que dar muchas explicaciones.
- Es cierto, ha sido un malentendido.
- Me gustaría escuchar vuestra versión. Confío plenamente en la señorita Simpson, pero en estos casos saca conclusiones muy precipitadas.
- Sí, señora, -comenzó Evangeline – es que, al parecer, mi chándal se había encogido y... –pero rápidamente fue interrumpida por Charlie.
- Ha sido una broma de unas chicas. -La chica le fulminó con la mirada, pero la ignoró- para ser más exactos, las animadoras de aquella clase.
La directora asintió levemente con la cabeza, abrió un cajón y miró unos papeles de dentro. Lo volvió a cerrar.
- Bueno, chicos, os podéis ir ya.
Los dos se miraron mutuamente, sorprendidos y alegres de que fuera tan poco y salieron del despacho.
- Creo que será mejor que volvamos y nos vistamos, -murmuró Evangeline y le devolvió la camiseta- ya casi debe de ser la hora de irse.

Capítulo 2 : Ella

- ¿Quién es esa? –le preguntó Charlie a sus amigos.
La chica a la que señalaba estaba apartada de todos, apoyada en una parte de la pared de la puerta principal. Nadie se fijaba en ella y ella no se fijaba en nadie. Era de estatura mediana y no era ni flaca ni gorda, tenía el pelo tan negro como el suyo, liso y largo, aunque con algunas mechas rojas e iba vestida de negro completamente. Cualquier persona habría dicho que era una chica normal, pero su palidez y sus prominentes ojeras le hacían parecer enferma. Él la miraba fijamente. En ese momento, ella levantó la cabeza y sus miradas se encontraron. Ella tenía los ojos verdes oscuros y no expresaban emoción alguna, estaban como... apagados, sin luz ni vida.
En aquel momento, la campana devolvió a Charlie a la realidad. La misteriosa chica se irguió y se dirigió al edificio. Intentó seguirla, pero todo el mundo estaba entrando a la vez y no le dejaban avanzar.
Se quedó allí plantado hasta que se dispersó la gente y suspiró. Notó unos golpecitos en el hombro y se giró, era Mike.
- Ya es hora de que entremos, o llegaremos muy tarde. –dijo con tono de despreocupación pero a Charlie le impacientó. “Tarde”... ¡no podía llegar tarde!
- ¡Vamos! ¡No puedo llegar tarde! –dijo y disparado hasta dentro del instituto. No recordaba que clase tenía en ese momento, así que intentó sacar el horario de su mochila. La cremallera se atascó y zarandeó la mochila hasta que la cremallera se abrió. Rebuscó rápidamente mientras escuchaba a los último rezagados entrar en las clases y a sus amigos detrás de él.
Él seguía buscando pero no lo encontraba. Escuchó como alguien carraspeaba. Levantó la cabeza y vio una mano fina, pálida y con las uñas pintadas de negro que le tendía una papel, era su horario. Charlie cogió el horario y levantó la cabeza un poco más para ver su rostro, pero la chica se giró bruscamente y se fue corriendo a la puerta más cercana.
- Gra... cias. –dijo allí plantado, en medio del pasillo. Distinguió aquel pelo, era el de la chica de la entrada, la chica de la piel pálida y enfermiza.
Cuando volvió a la realidad, recordó que tenía que ir lo más rápido a clase, seguro que el profesor ya estaba allí, plantado en medio de la clase para echarle la bronca.
Y por casualidad del destino, la clase a la que tenía que ir era la más cercana... la clase a dónde la chica misteriosa había entrado. Se acercó a la puerta y miró a través del cristal, todos los alumnos estaban levantados y hablando entre ellos, eso significaba que el profesor no había legado aún. Suspiró, aliviado y abrió la puerta con gran ímpetu. Pasó por todos los pupitres hasta que llegó al único vacío que había en clase, al fondo. Mientras pasaba, se escuchaban murmullos y risitas de las chicas, otras, lo miraban embobadas. Todas las chicas de la clase hicieron una de esas dos reacciones, todas menos una.
Charlie se sentó en el único pupitre libre y miró a su alrededor, había algunos conocidos suyos, pero ningún amigo a la vista. Se dedicó a buscar a la chica misteriosa, se asomó para ver las mesas delanteras pero no la vio. La encontró, por un giro casual de su cabeza, a su lado, en la esquina del fondo de la clase. No se había dado cuenta de que estaba allí, era la única persona, aparte de él, que no estaba hablando con nadie.
Se quedó observándola un minuto entero. Se escuchaban bufidos envidiosos de las demás chicas que estaban observándole. Pero cuando el profesor entró por la puerta, todos fueron veloces a sus asientos y se callaron, aunque la mayoría seguía hablando por susurros. Charlie giró la cabeza rápidamente y observó a su profesor de matemáticas.
Llevaba la cabeza cubierta con una horrible gorra y una pajarita en su cuello a conjunto, también llevaba una camisa a cuadros y unos pantalones caídos. Cómo no, era el profesor Marshall. Aquel profesor, todos los primeros días del curso se vestía de “rapero” para, cómo decía él, “tener mayor contacto con los alumnos y comprenderlos mejor”. Charlie recordó el primer día de instituto, cuando le dio un ataque de risa al verlo.
- Bienvenidos, alumnos míos, al nuevo curso. Cómo la mayoría sabréis, soy el profesor Marshall, -dijo, cogiendo un papel que tenía encima del escritorio- pero veo que tenemos una nueva alumna, ¿quieres levantarte y venir aquí, eem... Evangeline?
La chica misteriosa se levantó con desgana de su asiento en el fondo de la clase. Todos giraron la cabeza para observar a la nueva alumna. Todos los ojos la miraron mientras llegaba al lado del profesor.
Se quedó allí, plantada mientras un silencio incómodo pasaba por el aula. Evangeline giró la cabeza a Marshall.
- ¿Qué tengo que decir? –susurró. Su voz era dulce, parecía haber salido de una diminuta muñequita de porcelana.
- Pues, lo que sea,... cómo te llamas, de dónde vienes, tus gustos,... y oye, ¿te gusta el rap? –dijo, moviendo los brazos imitando a un rapero.
Evangeline suspiró, algo impaciente.
- Mi nombre es Evangeline Wells, nací en Inglaterra, pero vine de Chicago y no me gusta el rap. –Dijo esto último mirando a Marshall y se fue a su asiento rápidamente. Seguidamente, volvió a su asiento mientras habían miradas y cuchicheos. Marshall carraspeó y empezó con su clase de matemáticas.

La clase pasó lenta y aburrida, era un martirio tener matemáticas un lunes a primera hora. Charlie intentó ponerle toda su atención a la clase, pero, su mirada a veces se desviaba a Evangeline. Ella le pillaba siempre mirándola y él giraba rápidamente la cabeza, como si no hubiera ocurrido nada de nada.
Cuando el timbre sonó, todos salieron corriendo a la clase siguiente. Una chica se quedó en la puerta, era Sophia, una animadora que estaba colada por Charlie (como otras muchas) pero, ella tenía más excusas para acercarse a él.
Le paró cuando estaba saliendo de clase. Charlie no se había dado cuenta que estaba Sophia también en su clase, y al verla, se impresionó tanto que dio un respingo. Sophia fingió no haberlo visto.
- Charliee... vienes a la prueba de hoy, ¿no?
- Claro, yo tengo que dirigir las pruebas. –Dijo mientras miraba al interior de la clase, dónde aún estaba Evangeline, dibujando en su cuaderno. –Oye, nos vemos esta tarde, ¿vale? Sophia asintió y se fue dando saltitos hasta sus amigas, feliz de que le hubiera hablado, mientras Charlie se adentraba en la clase, feliz de haberse librado de ella y por poder hablar con la chica misteriosa.

Evangeline hacia garabatos en su cuaderno cuando el chico al que había pillado mirándole varias veces se acercaba a ella. El mismo chico que se fijó en ella en la entrada del instituto y el mismo chico al que le había dado aquel papel que se le cayó.
El chico estaba sonriente... no sabía que quería... pero sería mejor que no se acercase. Evangeline recogió su cuaderno y se levantó, para salir velozmente por la puerta. Charlie confuso, se puso delante de ella, cerrándole el paso. No quería parecer cruel, pero, tenía la sensación que se iba a ir pitando de allí.
Evangeline habló sin levantar la cabeza.
- Perdona, si fueras tan amable de apartarte, quizá llegaría pronto a la siguiente clase.
Él siguió allí parado.
- Sólo quería agradecerte lo de antes.
- ¿El qué? –preguntó Evangeline, haciéndose la tonta.
- Lo de darme mi horario. Si no hubiese sido por ti, ahora estaría o castigado o aun rondando por los pasillos.
Evangeline hizo un gesto con la mano, para quitarle importancia. Subió la cabeza un poco, pero fue un error. Sus ojos se encontraron, ella miró el rostro de él de hito a hito, era realmente bello, no guapo, si no bello y las demás chicas no se habían dado cuenta. Tenía los ojos color océano y hacían que te sumergieras en ellos. Por su cuerpo pasó una extraña sensación, se asustó y salió corriendo de la clase.
Charlie se quedó allí plantado, confuso.

Capítulo 1 : Bienvenidos

Y en ese momento sonó aquel terrible sonido que odiaban todos y cada uno de las personas, más aún los estudiantes. Sonó el despertador. Charlie soltó un leve gruñido debajo de su almohada. Estaba tumbado en la cama, destapado, sin camiseta y con los vaqueros y las zapatillas del día anterior (o mejor dicho, de aquel día a la madrugada) que no se quitó. Se levantó poco a poco con desgana de la cama. Sin llegar a ponerse recto, se volvió a echar encima.
John se desesperaba. Subió a gran velocidad las escaleras hacia la habitación de su hijo. Aporreó sonoramente la puerta.
- ¡Charlie, levántate ya! –rugió desde fuera. Charlie no emitió sonido alguno.
Volvió a aporrear la puerta otra vez. Llegaban tarde. Marie subió las escaleras para ver de dónde venía el barullo. La hermana menor de Charlie, aun con la tostada en la boca, miró a su padre en pleno estado de furia.
- Tranquilízate papá, -dijo la niña tocándole el brazo para que se calmara – yo me encargo.
John miró a Marie. Aun teniendo 11 años la niña era más madura que su padre. Marie abrió poco a poco la puerta y se adentró en el desorden y la suciedad de la habitación de su hermano. Se tapó la nariz con teatralidad y se acercó a la cama de Charlie. Él seguía roncando.
Marie miró a su alrededor y tuvo una idea. Cogió el vaso que había en la mesilla de noche de Charlie y se lo tiró por la cabeza. Charlie se levantó desconcertado y asustado y descubrió que su hermana estaba delante suya, con una sonrisa de satisfacción.
- Venga que ya es tarde. –Dijo mientras se giraba a la puerta y sonreía a su padre con éxito.

Charlie salió por la puerta con una tostada en la boca. Se despidió de su familia con un desganado movimiento de su mano. Su padre llevaba a Marie al colegio con el coche. Marie había bajado la ventanilla y había sacado la cabeza. Su fino y ondulado pelo color caramelo se movía al son del viento. Su padre también bajó la ventanilla y aspiró el aire de fuera. Su pelo, en cambio era negro como el carbón, como el de su hijo.

Charlie aligeró un poco más el paso. No quería llegar tarde el primer día y que los profesores le tuvieran manía, como le pasó el año anterior. Este año tenía que sacar mejores notas, no quería quedarse sin poder jugar en el equipo de fútbol. Recordó las palabras de su padre: “si no sacas al menos un 7, no jugarás más al fútbol, ¿queda claro?”. Suspiró ante el recuerdo. Su padre no era duro ni malvado, pero si lo pillabas en mal día te podía castigar incluso 3 meses por una tontería. Zarandeó su cabeza, no se tenía que preocupar. Sólo tenía que estudiar un poco más y ya está, podría seguir saliendo con sus amigos.
Ya se acercaba al instituto, empezaba a ver caras conocidas y desconocidas. Algunos chicos le saludaban, algunas chicas le miraban con ojos expectantes y otros, sencillamente, le ignoraban, eso era lo que tenía ser el capitán del equipo de fútbol.
Vio a Dean, uno de sus mejores amigos, dirigirse a él corriendo. Le saludó y se dieron un abrazo, hacía semanas que no se veían.
- ¿Qué tal las vacaciones, tío? –Dijo dándole un codazo en el estómago- ¿has conocido alguna tía en Inglaterra? Charlie le dio un pequeño puñetazo en el hombro. Dean sabía muy bien el éxito que tenía Charlie con las chicas, era alto, fuerte, guapo y tenía unos ojos azules que destacaban mucho con el color oscuro de su pelo. Aunque, Dean tampoco se quedaba atrás, era algo más musculoso que Charlie y más bajo, pero era realmente guapo a la vista de cualquier chica. Los dos amigos se dirigieron al instituto contándose las cosas que habían ocurrido el tiempo que no se habían visto y preguntándose. La mayoría de preguntas eran inocentes o divertidas, pero uno de ellas descolocó a Charlie.
- ¿Y... qué tal tu madre? –preguntó Dean con un simple susurro. Rápidamente, Dean cambió de tema para que no contestara.- Mira, ya casi hemos llegado... es una mierda volver al instituto, ¿verdad?
Charlie sonrió ante la atención de su amigo. Hubo un silencio incómodo que duró unos segundos, era como la calma antes de la tormenta... en ese momento, apareció la persona con la que Charlie no quería encontrarse.
- ¡Mierda! –gritó.
- ¿Qué ocurre? –preguntó Dean mirando a todos lados. Cuando sus ojos la encontraron, tiró de Charlie y lo llevó a unos matorrales.
Detrás de los matorrales estaban escondidos los dos amigos, mientras una chica de figura esbelta y rubia pasaba enfrente de ellos...
- Uff... menos mal que no te ha visto. –suspiró Dean y se relajó.- ¿Crees que se habrá olvidado?
- Pues... no creo, las exnovias son muy rencorosas, y más aun Violet.
Los dos chicos se levantaron y se limpiaron los pantalones. Una voz les sorprendió desde atrás.
- ¿Qué hacíais los dos en esos matorrales? –preguntó una voz masculina. Charlie se tiró al suelo del alivio.
- Tío, Mike, menos mal que eres tú.
- Sí, menos mal que no era Violet, ¿eh? He visto como os escondíais de ella.
- Sí... y sobre lo de Violet... ¿sigue enfadada? –preguntó Charlie. Mike era el hermanastro de Violet. No se llevaban muy bien, él pensaba que era una creída estirada, y tenía razón.
Mike era también miembro del equipo de fútbol, concretamente el portero. Tenía el pelo castaño y de punta y como sus amigos, atraía a muchas chicas.
- Intenta disimularlo, pero está más que furiosa.
Dean y Mike ayudaron a Charlie a levantarse.

Ya había mucha gente en el West High. Los alumnos se reunían en grupos y charlaban animadamente antes de que tocara la campana para que todos entraran y comenzara el primera día de clase. Los tres amigos pasaron por miradas, saludos y griteríos. Los tres miembros del equipo de fútbol, fuertes y guapos. El capitán se dio cuenta de una cosa. Allí, entre el barullo de gente había una chica, estaba sola y apartada de los demás. No le sonaba de nada, ¿sería una alumna nueva?
Le entró un cosquilleó por la columna vertebral.
- ¿Quién es esa? –le preguntó a sus amigos, señalándola.

martes, 18 de agosto de 2009

Capítulo 20 - Lucy


Embry y yo estuvimos horas mirando las estrellas. Noté como iba cerrando los ojos.
- ¿Tienes sueño? –le pregunté.
- No, no te preocupes.
Le miré con el ceño fruncido.
- Tienes sueño –no era una pregunta.
- Solo un poco, no te preocupes.
- Vamos, –le dije mientras me levantaba- te acompaño a tu casa.
Se levantó y nos dirigimos hacía La Push. A los pocos minutos llegamos a su casa.
- ¿Ésta es tu casa? –pregunté.
- Lo sé, es bastante pequeña.
- Es muy bonita –dije sonriendo. Me devolvió la sonrisa .Estuve un tiempo mirando la casa.
- ¿Y por donde entramos? –pregunté en voz baja.
- Supongo que por la ventana, espero que mi madre esté durmiendo –me respondió en susurros también. Dimos un giro a la casa y vimos una ventana bastante grande. Subió de un salto y yo le seguí. La habitación estaba a oscuras, pero distinguía un armario, un escritorio, unas estanterías y una cama. Me senté silenciosamente en la cama y Embry se acostó a mi lado. Miré hacía la oscuridad.
- ¿Me puedo quedar contigo? –pregunté. Él se sorprendió gratamente.
- Claro, eso no hace falta ni preguntarlo.
Me acosté a su lado y el me abrazó.
- ¿Cómo es que te quieres quedar? –preguntó.
- Ya que mañana no nos vamos a ver, quería estar un rato más contigo... pero duerme, por favor, que si nos vas a tener ojeras.
Rió.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? –dije.
- Lo que quieras.- ¿Tienes padre?
No me respondió...
- Oh mierda. Seguro que he metido el dedo en la llaga... –dije en voz baja. Sonrió.
- La verdad... no sé quien es mi padre.
Le miré sorprendida.
- Si quieres te cuento la historia que está detrás de esto.
- Hoy no –dije- mañana, que pareces un zombi.
Le rodeé con mis brazos. A las pocas horas, vi como el sol asomaba tímidamente por el horizonte. Sería mejor que fuera a casa de los Cullen para prepararme para “mi primer día de instituto”. Le dejé una nota a Embry diciendo que nos veíamos por la tarde y salté por la ventana.

Continuará...

Capítulo 19 - Lucy


Todos se fueron. Me quedé sola con Embry. Le acaricié su rostro, era suave, muy suave. Me hizo un gesto para que esperara.
Volvió a los pocos segundos convertido en humano. Se sentó tímidamente a mi lado y pasó su gran brazo por mi hombro. Suspiré.
- Con que “imprimaciones erróneas”, ¿eeeh? –intenté decir con tono bromista, pero no funcionó.
- Deja a Sam, por favor, no comprende que te quiera...
- Nadie lo comprende –intervení rápidamente. Me miró. Apoyé mi cabeza en su hombro. Apenas hacía unas horas que nos conocíamos y ya nos tratábamos como si hubiesen pasado años.
- Me da lo mismo lo que piensen, –dijo- yo te quiero y nadie va a cambiar eso.
- Ya... pero si no te hubieras imprimado ahora mismo seriamos enemigos.
Suspiró. Yo era demasiado cabezota.
- Diría... que el destino nos ha unido –dijo intentando animarme, pero, aún así, notaba sinceras sus palabras.
- Después de vivir esto... no creo que pueda separarme de ti mucho tiempo, –le dije- y mañana es mi primer día de instituto.
- Quedaremos por la tarde, ya verás lo furiosa que se pone mi madre al saber que tengo novia.
Nos reímos juntos.
- Ven. –me dijo- Conozco un lugar perfecto.
Me cogió de la mano y salimos corriendo. A los minutos llegamos a un prado, no era muy grande, pero tenía un aura especial.
- Acuéstate boca arriba y cierra los ojos.
Le obedecí, él se acostó a mi lado.
- Ábrelos.
Abrí los ojos lentamente y miré al cielo. Me sorprendí. Había miles de estrellas, no, millones. Era la primera vez que veía tantas estrellas. Era precioso.
- Oh –fue lo único que pude gesticular.
- Es impresionante, ¿verdad?
- Más que impresionante.
Ése fue el momento más feliz que había pasado en mis 2 meses de “vida” vampira.
Continuará...

Capítulo 18 - Bella


Llegamos al prado. Lucy y Alice estaban sentadas en una roca. Lucy se sorprendió al verme.
- ¡Oh, Bella! –exclamó y miró a Edward.
- No se lo he contado –dijo respondiéndole la pregunta que le habría hecho en el pensamiento- prefiero que se lo cuentes tú.
- Vale.
- ¿Me lo vas a contar ahora? –pregunté impaciente.
- Me da que no, –dijo Alice, interrumpiendo- dentro de unos 10 minutos los licántropos estarán aquí.
- Me parece que tendré que hacer de traductor –dijo Edward. ¿Iban a venir en forma lobuna? Esto iba en serio...Se escuchó un aullido. Ya estaban cerca. Edward me estrechó contra su pecho. Carlisle, Jasper y Emmett se acercaron más hacia la línea invisible. De la oscuridad aparecieron 6 lobos... no se les distinguía muy bien, pero sabía que el más grande de los lobos, negro y el que iba delante era Sam.
- Buenas noches –dijo amablemente Carlisle.
- Buenas noches –dijo Edward traduciendo a Sam. Carlisle se aclaró la voz.
- Sabemos que el suceso que a ocurrido recientemente es bastante complicado y confuso... nosotros no sabemos como explicarlo, ¿tenéis alguna idea?
Los lobos empezaron a cuchichear.
- ¿Cuánto hace que eres vampiresa, Lucy? –preguntó Sam. Lucy reaccionó.
- Apenas... 2 meses.
Los lobos volvieron a cuchichear.
- Puede... –Sam vaciló- puede que al ser tan escaso el tiempo de transformación... no se haya “rectificado” la imprimación. Recuerdo que el Viejo Quil me contó una historia... sobre las “imprimaciones erróneas”.
¿Erróneas? Vi como sobresaltaban Lucy y Embry. El rostro lobuno de Embry se crispó, volviéndose lleno de ira. Un lobo le golpeó suavemente el brazo, supuse que era Quil.
- “Imprimaciones erróneas”... –pensó Carlisle en voz alta- es bastante convincente... de acuerdo, deberíamos pensar en ello y reunirnos lo más pronto posible.
- ¿Dentro de una semana? –dijo Sam.
- De acuerdo.
Seguidamente los lobos se fueron alejando, Jacob me miró, pero no entendí lo que intentaba mostrarme. Los Cullen también se fueron alejando. Edward me cogió de la mano.
- ¿Y Lucy? –pregunté mirándola. Ella seguía sentada en la roca, mirando hacia Embry, que se iba acercando a ella.
- Será mejor dejarlos solos. –me dijo. Subimos a su coche. Me caía de sueño.
Continuará...

Capítulo 17 - Bella


Todos nos montamos en los coche de los Cullen. Yo estaba en el Jeep junto con Edward, Rosalie y Emmett, y en el Mercedes iban Carlisle, Esme y Jasper. Yo seguía dándole vueltas a lo de la imprimación de Lucy. ¿Cómo se podía imprimar a un vampiro? Si no pueden tener hijos...
Meneé la cabeza a ver si se me ocurría alguna cosa razonable para justificarlo. Edward me miró, adivinando lo que pensaba.
- Lo sé –dijo- es muy confuso todo esto...
- Y muy extraño –añadí.- aunque... me alivio un poco...-Me miró extrañado.- Y-yo creía... creía que te gustaba Lucy... y por eso estabas tanto tiempo con ella –dije sonrojándome llena de vergüenza. Edward rió.
- Mi niñita boba... sabes que soy tuyo y que no voy a querer a nadie más aparte de a ti.
- Aunque no lo notes, soy bastante celosa –dije. Edward rió otra vez y me besó en la coronilla. Me apoyé en su pecho. ¿Quién era el licántropo que había imprimado a Lucy?¿Embry o Jacob? La verdad... en el fondo de mi ser quería que fuera Jacob... así no sufriría más... quería que fuese Jacob. Pero tenía la sensación de que era Embry. Esperaba equivocarme.
- ¡Qué silencio más incomodo! –espetó Emmett, que me hizo volver a la realidad. Y seguidamente puso música.
-¡Ésta no me gusta! –exclamó Rosalie y ella y Emmett se empezaron a pelear amistosamente por la emisora. Cerré los ojos para relajarme.
Abrí los ojos rápidamente. Me había dormido. Había tenido un sueño extraño. Había soñado con Lucy. Ella corría por un prado asustada y detrás de ella habían muchos vampiros persiguiéndola. Intenté ayudarla, y los vampiros me vieron y vinieron a por mí, se me echaron encima.... y en ese momento me desperté. Estaba entre los brazos de Edward, me estaba sacando del coche.
-Oh, ya te has despertado. –dijo y añadió con una sonrisa- ¡Qué oportuna que eres!
Miré a mi alrededor. Los Cullen salían de sus coches y Alice y Lucy esperaban sentadas en una roca.
- Me da que tendré que hacer de traductor –dijo Edward- van a venir en forma lobuna.
Seguidamente se escuchó un aullido. Tuve un escalorfío.
Continuará...

Capítulo 16 - Lucy


Tuve una sensación extraña al ver a ese chico... todo desapareció a mi alrededor, sólo existía él. No le conocía, sólo sabía como se llamaba... pero era como el centro de mi universo. Escuchaba murmullos a lo lejos, pero no les prestaba atención. Él me miraba y yo le miraba. ¿Qué era esa sensación tan extraña? No tenía ni idea...Bajé mi mirada a mi mano y vi una cinta roja atada a mi muñeca, seguí su recorrido con la mirada... llegaba hasta su muñeca. Él también la miraba. De repente, todo volvió a la normalidad. Yo estaba sentada en el suelo, aún confundida por lo que había pasado .Jacob y Quil nos miraban simultáneamente.
- ¿Q-qué ha pasado? –pude preguntar a duras penas.
- Esto es muy extraño –dijo Quil- no sabía que los vampiros también podían ser imprimados.
- Yo tampoco –respondió Jacob mientras me ayudaba a levantarme.
- ¿Imprimado? ¿Qué es eso? –pregunté y Quil ayudó a Embry a levantarse.
- La imprimación es... un fenómeno que nos ocurre a los licántropos, se nos empareja con alguien que pueda seguir pasando el gen de la licantropía. –dijo Jacob
- P-pero... yo no puedo tener hijos...
- Por eso es extraño.
Todo esto era nuevo para mí...
- Entonces... –dijo Embry- ¿esto es lo que se siente al estar imprimado?
- Me da que sí, tío. –dijo Quil mientras le tocaba el hombro. Alice apareció de la nada, tenía el rostro enfadado y la nariz arrugada.
- ¿Qué hacéis aquí? –preguntó a los licántropos.
- ¿Acaso no podemos salir de la reserva? –respondió a la defensiva Jacob.
- Tranquilizaos, por favor. –dije- Tenemos problemas más grandes ahora, ¿no? –dije mientras me acercaba a Embry y le cogía de la mano. Él se sonrojó y me la apretó. Aunque no sabía mucho de él, sentía como si le conociera de siempre, un amigo de la infancia...Alice nos miró con los ojos abiertos como platos, al perecer, lo había captado al vuelo. Cogió su móvil plateado y marcó rápidamente los números.
- Carlisle –dijo al teléfono- tenemos un problema.
Esperó unos segundos a que contestara.
- ¿Acaso un licántropo puede imprimarse de un vampiro?
Todo se quedó en silencio. Carlisle habló un minuto y Alice colgó.
- Tenemos que irnos a la frontera. –dijo mirándome- Y vosotros, –dijo mirando a los chicos- avisad a toda vuestra manada.
Jacob asintió fríamente. Embry me miró.
- Nos vemos después –me susurró al oído y me soltó la mano. Se alejaron. Noté como mi corazón se encogía. Le necesitaba.
- Vamos, Lucy. –me dijo Alice.
- Sí.
Continuará...

Capítulo 15 - Bella


Siguió corriendo hasta llegar a la casa. Me bajó cuidadosamente y me cogió de la mano. Nos dirigimos hacia el garaje, donde estaban Rosalie, Emmett y Jasper.
- ¡Oh, Bella, que sorpresa! –dijo Emmett con una sorisa- ¿a qué habeís venido?
Edward suspiró y Jasper se sobresaltó.
- ¿Has venido para contarle la historia de Lucy? –preguntó Jasper con un tono de enfado en su voz.- Le prometimos no contárselo a nadie.
- Lo siento mucho, – me dirigió una mirada de culpa- Bella es demasiado cabezota, hasta había dicho que se suicidaría si no le lo contaba.
Miré hacía el suelo, un poco culpable. Emmett se rió con una carcajada.
- Bueno, me da que no vas a poder escuchar la historia hasta mañana –dijo Rosalie.
- ¿Por qué? –pregunté un poco furiosa.
- Alice y Lucy se han ido a Port Ángeles ha comprar ropa. Ya la verás mañana en el instituto.
- ¿Vendrá al instituto?
Edward asintió.
- ¿Te quieres quedar un poco más o quieres irte a tu casa? –me preguntó Edward.
- Prefiero quedarme un poco más...
Me cogió de la mano y nos dirigimos hacia el salón donde estaban Esme y Carlisle.
- Buenas noches, Bella –dijo Esme- ¿Qué haces tan tarde aquí?
- Interrogatorio –respondí y se escuchó una carcajada de Emmett. El móvil de Carlisle sonó
- ¿Qué pasa, Alice? –dijo él. Escuché unos murmullos del móvil inaudibles. El rostro de Carlisle se sorprendió.
- De acuerdo, nos dirigiremos hacia la frontera.
El rostro de Edward se sorprendió también. Esme y yo nos mirábamos confundidas y detrás nuestra aparecieron Jasper, Rosalie y Emmett.
- Nunca había escuchado algo semejante... –susurró Edward.
- ¿Qué ha pasado, Carlisle? –preguntó Jasper.
- Bueno... la verdad es que no sé bien como empezar... pero... ¿sabéis algo sobre la “imprimación”? –preguntó Carlisle.Todos se miraron confundidos.
- Yo sí –respondí.
- ¿Podrías contarnos lo que sabes?
- Es algo bastante extraño... es como el “amor a primera vista” para los licántropos, pero mucho más fuerte... algo parecido a la magia... –dije, imitando las palabras de Jacob.
- Exacto... la imprimación, hasta donde se sabe, sólo afecta a los humanos –dijo Carlisle-.
- Pero... –siguió Esme.
- Pero al parecer nos es exacto...
- ¿Qué queréis decir? -dije.
- Un licántropo ha sido imprimado... pero la imprimación ha sido... Lucy.
¡¿Qué?! ¿Desde cuándo un licántropo imprima a un vampiro?
Continuará...

Capítulo 14 - Jacob


- ¿Quiénes sois? –dijo la vampiresa. Era extraño, no sabía que éramos licántropos... ¿acaso no le molestaba nuestro olor?
- Somos de La Push, de la reserva Quileute –dije, a ver si caía. Se soprendió.
- ¡Ah! –dijo dándose en la cabeza- Lo siento, no lo sabía... es que y a mí no me molesta vuestro olor...
Le miré sorpendido. Ella me sonrió.
- Soy Lucy –me extendió la mano- ¿y tú?
Estuve mirando la mano, al final se la cogí.
- Soy Jacob.
- Encantada.
Veía como miraba detrás mía.
-¡Ah! Y estos son Quil y Embry –dije. Lucy saludó con la mano a Quil y cuando llegó a Embry se quedó petrificada. Los dos estaban petrificados. Se miraban intensamente y no apartaban la mirada. Quil y yo, confusos, nos quedamos mirándoles.
- No me digas que... ¡¡mierda!! –dijo Quil.
- ¿Qué pasa? –pregunté.
- Mierda, mierda, mierda. –parecía que sólo sabía decir esa palabra...Quil se puso delante de Embry y éste reaccionó y cayó al suelo.
- ¿Qué sientes? –le preguntó Quil.
- Me siento bastante extraño –dijo y seguidamente buscó a Lucy con la mirada, al verla, su cuerpo se relajó. Miré a Lucy. Tenía la mirada en Embry, era sorprendida, confusa y agradable a la vez.
- ¡¿Pero qué pasa, Quil?! –dije medio gritando.
- ¡Eh, chicos! –nos dijo un hombre- ¡no gritéis tanto!
- Lo siento –dije. Rápidamente me volví hacía Quil.- ¿Me puedes decir que pasa? ¿O no me lo vas a decir?
- Una pregunta, Jake... ¿un licántropo puede imprimarse de un vampiro?
Le miré con los ojos abiertos como platos.
- Oh mierda...
Continuará...

Capítulo 13 - Jacob


- ¿Es este el libro que ha dicho el profe? –me preguntó Quil.
- Creo que sí... ¿pero el de el profe no era más nuevo?
- Sí –dijo Embry.
Escuché como la campana de la librería se abría. De repente, me vino un olor dulzón a la nariz... un vampiro. Quil, Embry y yo nos giramos a la vez. Una chupasangres con el pelo negro y rizado había entrado a la librería.
- Buenas noches –dijo al entrar y sonrió. Seguramente esa sería la chupasangres que había venido a ver a los Cullen. Era bastante extraño, un vampiro normal habría reaccionado al olernos y nos hubiera atacado. Seguramente no lo ha hecho al estar el dependiente. La chupasangres se puso a ojear los libros. Se la veía que cogía una pila de libros y los ponía en el mostrador. Vi que Quil me miraba, le miré en forma de que se relajara y le puse la mano en el hombro. En cambio, Embry la miraba fijamente. La sanguijuela seguía mirando libros.
-Éste estaría bien...-susurraba- ¡y éste! ¡Éste seguro!... éste no...tampoco... ¡ah! ¡Éste seguro que me encanta!
Seguíamos observándola disimuladamente, pero Embry parecía que no captaba la idea. La miraba intensamente, parecía que los ojos se le iban a salir. Al final, la sanguijuela acabó de coger libros.
- Me llevo estos... 15 libros –le dijo al vendedor. El vendedor, con cara sorprendida los cobró, ella sacó un billete de... ¿500? Y le pagó.
- Quédese con el cambio –dijo con una sonrisa.
- Gracias –dijo el vendedor. Salió por la puerta.
- Vamos –les dije.
- Venga, Embry – dijo Quil y le llevó arrastrando hacía la puerta. Ella se puso unos auriculares a los oidos.
Bien, –pensé- así lo mismo no nos escucha tanto.
Le seguimos con cuidado por el callejón. Ella se paró en seco. Se me paró el corazón. Buscó algo en su bolsa y siguió andando. Tarareaba una canción... si no me equivoco Welcome to the Jungle de Guns ‘N Roses. La seguimos por más callejones hasta que llegamos a un parque, todo estaba a oscuras. Ella se giró tan rápidamente que casi no nos dimos cuenta.
- Si sois acosadores, –nos dijo- es mejor que os alejéis.
Me quedé mirándola, acaso no sabía que éramos licántropos.
- N-no somos acosadores –dijo tímidamente Quil.
- De acuerdo – se giró y siguió andando.
- ¡Espera! –dije y la cogí del hombro.- Eres...la... chica que ha venido a visitar a los Cullen, ¿verdad?
Se me quedó mirándome a los ojos. Sus ojos eran de un marrón medio ambar, aunque tenía un toque de rojo. Ella reaccionó.
- ¿Quiénes sois? –preguntó.
Continuará...

Capítulo 12 - Bella


Al ver a Edward, le abracé fuertemente. Edward me miro extrañado. Y me devolvió el abrazo.
- Eres extraña, Bella –dijo mientras tocaba mi pelo- yo estaba esperando un interrogatorio y me vienes con un abrazo.
- Estaba muy preocupada por ti... era muy tarde y aún no habías llegado...
Edward miró alrededor.
- ¿Y Charlie? –preguntó.
- Se ha ido a Port Ángeles, le han pedido que ayude a investigar unas desapariciones.
Edward se tensó. Me soltó delicadamente y se dirigió hacia la puerta.
- ¡Edward! –grité- ¡¡Edward, para!!
- Lo siento mucho, Bella. Me tengo que ir.
Le agarré del brazo.
- ¡Ahora siempre estás igual! ¡Siempre te tienes que ir! ¡Y todo esto desde que vino Lucy!
Me miró con serenidad.
- Lucy no tiene la culpa de nada, al contrario, gracias a ella estaremos a salvo.
- ¿A salvo de qué? –dije con lágrimas en los ojos. Suspiró. Me abrazó fuertemente.- Desde que vino Lucy, nunca estás conmigo. Te vas y no sé nada de ti –dije aguantándome mis sollozos.
- Estamos ayudando a Lucy y ella nos está ayudando a nosotros.
- ¿Ayudándoos? –pregunté desconcertada.
- Sí –respondió.
Esperé a ver si seguía. A ver si me contaba lo que ocurría. Pero sólo hubo silencio, nada más que silencio.
- ¿No me vas a contar lo que pasa? –pregunté.
- Es mejor que no te lo cuente, Bella. Sería ponerte en peligro.
- Ya he sufrido muchos peligros y no me ha pasado nada –dije a la defensiva. Suspiró.
- No, Bella. No voy a contarte nada.
Me soltó sutilmente y se fue. Corrí detrás de él. Le abracé por la espalda.
- Bella, no –dijo mientras se soltaba, tenía demasiada fuerza.
- ¡¿Por qué no me cuentas nada?! –grité lo más fuerte que pude. Me miró fríamente.- Si no me dices nada... m-me... me suicidaré.
Edward se acercó aguantándose una sonrisa. La verdad, yo no le veía la gracia. Me miró a los ojos, aún llenos de lágrimas.
- De acuerdo, pero yo no te lo contaré.
- ¡Entonces estamos en las mismas! –le dije.
- No, preciosa, –dijo mientras me acariciaba la mejilla- te lo contará Lucy.
Me subí a su espalda y echó a correr.
Continuará...

Capítulo 11 - Lucy


Y Edward salió por la puerta.
Todos los Cullen estaban haciendo sus cosas... Alice buscaba ropa en su armario mientras Jasper la miraba. Emmett y Rosalie hacían una inspección a los coches. Y Esme y Carlisle charlaban tranquilamente en el salón. Me dirigí hacía la habitación que los Cullen me habían puesto para mí. Tenía un papel de pared con rosas dibujadas, un sofá negro, una gran estantería con mucha variedad de libros, un escritorio donde habían cuadernos de dibujo y de escritura,... y lo que más me gustaba a mí, el balcón de mi habitación. Desde allí se podía percibir todo el bosque, y un lugar maravilloso donde ver el amanecer. Me encantaba mi habitación.
Salí de mi habitación y me fui a ver como iban los Cullen. Entré en la habitación de Alice, había ropa revoloteando por los aires y una me cayó en la cabeza, la miré, ropa interior femenina. La tiré al suelo.
- ¡Lucy! –dijo alegremente- vamos, vamos, tenemos que comprarte ropa.
- ¿Ropa? –pregunté desconcertada por su repentino ánimo- Yo ya tengo ropa.
- Pero ya la tienes muy usada...
- ¿Usada? Pero si me la compré hace apenas semanas.
- Pues eso, usada.
Me agarró del brazo y salimos de la habitación. Le eché una mirada de ayuda a Jasper, pero el suspiró, como diciendo que no podía hacer nada.
- ¿Adónde vais? –preguntó Esme al vernos.
- A Port Ángeles, a comprar ropa.
- ¡Socorro! –dije cómicamente. Carlisle y Esme se rieron.
Llegamos al garaje, Alice aún me arrastraba.
- Oh, a comprar ropa, ¿ehh Lucy? –dijo Emmett medio riéndose.
- Ayudadme, ¡Rosalie, Emmett!
- No te preocupes, si te dejas llevar, es más ameno –me aconsejó Rosalie.
- ¿Por qué todo el mundo dice que comprar ropa conmigo es malo? –preguntó Alice haciendo teatro.
- Prepárate para traer 30 kilos de ropa –me susurró Emmett y seguidamente rió.
Entramos en el Porsche amarillo de Alice. La verdad, me encantaba su coche.
- ¡Acabo de ver un vestido que te sentará genial! –dijo Alice. Oh... me imaginaba a mí con una montaña de ropa encima mía
...
Llegamos a Port Ángeles. Estuvimos en 14 tiendas, que las tengo contadas. Y llevo aproximadamente 20 bolsas más 20 de Alice hacen un total de... ¡demasiada ropa! Me paré en seco al ver algunas librerías.
- Alice, tu ves mirando tiendas y yo me quedo por aquí, ¿vale? –le dije.
- Pero Lucy... te tienes que probar la ropa...
- Si tu ya sabes que me va a quedar bien –le dije, animándola con una sonrisa.
- De acuerdo... – y se fue bailando.
Entré en la librería, al parecer era de una tribu india... ¿Quileotues? ¿Quiluetes? Ah! Quileutes...Entré dentro, habían unos 3 chicos super grandes en la tienda, al entrar, me giraron a verme.
Continuará...

lunes, 17 de agosto de 2009

Capítulo 10 - Bella


Mala idea lo de arreglar el coche. Salí de debajo de él con la cara llena de aceite de motor. Busqué ciegamente el pañuelo que tenía al lado. No lo encontraba.
- ¿Buscas esto? –preguntó una voz
- ¿Jacob?
- No, soy Jack el Destripador –dijo con tono irónico. Me levanté y cogí el pañuelo.
- Será mejor que me ponga a cubierto –dije mientras me limpiaba la cara. Jacob se rió con una sonora carcajada.
- Al parecer no has ido al instituto.
- ¿Qué hora es? –dije ignorando su comentario.
- Creo que las 5...
- ¿Las cinco? –pregunté sorprendida- ¿tan tarde es?
Asintió.
- Llamaste a mi casa, ¿verdad? –preguntó.
- Sí, estabas con tus amigos... –dije con tono huraño. Miró hacia el horizonte, bueno, el poco horizonte que tapaban las casas.
- Ya se está haciendo de noche –dijo.
- ¿Vas a irte? –pregunté.
- Si el chupa... ejem, si él viene, sí.
Miramos hacia el suelo.
- ¿Quieres que te ayude? –preguntó.
- No hace f... –intenté rechistar pero cogió la llave inglesa de mi mano y se puso debajo de mi coche. Estuvimos en silencio una media hora. Yo estaba demasiado preocupada por Charlie para decir si ese silencio era incómodo.
El teléfono sonó tímidamente desde mi casa. Fui corriendo a cogerlo.
- ¿Diga? –pregunté jadeando.
- Hola Bella. –era Charlie- Lo lamenteo, pero me da que hoy llegaré muy tarde a casa.
- Papá, ya me estaba preocupando...
- Lo siento, pero tengo que ir a una urgencia en Port Angeles.
- ¿Una urgencia? –pregunté desconcertada.
- Sí. Al parecer han desaparecido algunas personas...
- De acuerdo. Vuelvo pronto, papá.
- Claro, Bella – y colgó. Volví a fuera.
- ¿Era tu padre? –preguntó Jacob saliendo de debajo del coche lleno de aceite.
- Sí. –dije con tono seco.
- ¿Vas a decirme que te ha dicho?
- No es nada –dije enfadada. Me miró con el ceño fruncido. Pero, rápidamente giró bruscamente su cabeza hacía el horizonte.
- Me tengo que ir –dijo y seguidamente se fue corriendo hacía los árboles.
¿Se iba por qué venía Edward? Seguramente.
Entré a mi casa a la espera de Edward....Pasó media hora y nada, sin rastro de Edward. Me puse a hacer la cena....Cené y Edward aún no había venido. ¿Estaría enfadado conmigo? No creo... Edward no es así.
Toc toc. Escuché. Abrí corriendo la puerta, era Edward, le abracé fuertemente.
Continuará...

Capítulo 9 - Edward


Lucy iba progresando rápidamente con su don. Apenas habían pasado dos horas desde que vinieron Eleazar y Tanya y ella ya lo controlaba bastante bien.
- Tiene mucho talento –dijo Tanya mientras veíamos como Lucy practicaba con su don con Emmett.
- Muchísimo, –contestó Eleazar- lo más normal es que tardase meses en poder utilizarlo y controlarlo.
- Bueno, ella quiere controlarlo lo antes posible – intervino Carlisle.
- A nosotros nos gustaría ayudar en la lucha – dijo Tanya- para pararles los pies. Desde que nos habéis contado la historia de Lucy... –paró de hablar.
La historia de Lucy... era demasiado complicada y confusa... y sobretodo aterradora. Y todo ello había conducido a una lucha de vampiros...
- Os lo agradecemos mucho –dijo Carlisle sonriente. Giré la cabeza en dirección a Lucy. Tenía los ojos cerrados y estaba concentrándose.
Salta. Salta. –pensaba. A los pocos segundo Emmett dio un salto bastante alto.
- ¿Lo has hecho tú? –preguntó Emmett confundido.
- ¡¡Sí!! –dijo Lucy alegre. Chocaron los cinco
....
Tanya y Eleazar se fuero ya. Con ellos también se marcharon Jasper y Carlisle. Lucy seguía practicando y había mejorado con su don. Lo último que hizo fue hacer bailar a Emmett un baile tradicional irlandés.
- Será mejor que nos vayamos ya –le dije a Lucy.
- De acuerdo.
Nos montamos en el Jeep de Emmett.
- Lucy, mañana será tu primer día en el instituto de Forks.
- Qué guay... doy saltos de alegría –dijo con tono sarcástico. Emmett soltó una carcajada. Habíamos cogido en Lucy mucha confianza en estos 2 días escasos.... hasta amistad. A Lucy se le hace querer, decía Esme.
Llegamos a nuestra casa. Habíamos preparado a Lucy una habitación. Le había encantado, ya que Alice había visto algunos de sus gustos en sus visiones...
Me dirigí hacia la puerta principal.
- ¿Adónde vas? –me preguntó Lucy- Si se puede saber, claro.
- Voy a casa de Bella –dije sonriéndola.
- Vas a contarle mi historia –afirmó.
- No, prefiero mantenerla al margen de esto...
Salí por la puerta y eché a correr.
Continuará...

Capítulo 8 - Lucy


- Ahora veremos si tienes un don.
Llevaba ya bastantes horas entrenando. Rosalie y Esme se fueron a casa. Carlisle me dijo que avanzaba muy rápido. Hace varias horas, Edward llamó al telefono al parecer, a unos “amigos”. Emmett y Jasper estaban sentados en una roca, charlando alegremente.
- ¿Y cómo sabréis que tengo un don? –pregunté.
Escuché un ruidito entre los matorrales. De ellos salieron dos vampiros: una vampiresa y un vampiro.
- Carlisle –se acercó el vampiro y abrazó a Carlisle.
- Eleazar.
- Hola, Edward –dijo la vampiresa.
- Hola Tanya.
- Y esta debe de ser la neófita –dijo Eleazar refiriéndose a mí. Había escuchado hablar a la familia Cullen a cerca de la palabra “neófito” , pero no sabia a que se referían.
- Encantada –dije y les extendí la mano.
- Oh –dijo Tanya.
¿Se sorprendía de mi educación?
- ¿Cuánto tiempo lleva de vampiro, Carlisle? –preguntó mirándome.
- Apenas dos meses.
- ¿Y ya controlas tu sed? –me preguntó.
- No del todo –respondí. Me estuvieron mirando vario tiempo. Yo les miraba a los ojos simultáneamente
- Seguramente todo esto será cosa de un don –dijo por fin Eleazar. Me miró intensamente, parecía que se me iba a echar encima de un momento a otro.
- Oh – se sorprendió.
- Que poderoso don... –susurró Edward.
- ¿Tengo un don? –pregunté emocionada- ¿De qué se trata? ¿Cómo es?
- Antes de todo, –dijo Eleazar mientras me ponía su mano en mi hombro- es un don demasiado poderoso, tendrás que aprender a utilizarlo muy bien antes de ponerlo en práctica.
Le miraba con los ojos dilatados.
- El don que tienes es el de la persuasión. – me dijo Edward.
- ¿Persuasión? –pregunté confusa.
- Sí. Puedes... creo que obligar es la palabra idónea. Puedes obligar a los demás o a ti misma que hagan lo que quieras.
Me quedé asimilándolo.
- Entonces... ¿por eso no atacaba a la gente? Me refiero...-me paré unos segundos- por eso últimamente aunque tenga sed, no noto ningún....impulso para atacar a la gente.
- Esa es mi teoría.
Estaba alegre por tener un don... pero, ¿tan complicado y extraño? Y sobretodo...¿poderoso?
Continuará...