jueves, 20 de agosto de 2009

Capítulo 1 : El principio de todo

Me despedí con la mano de mi madre. Ella sonreía y me gritaba cosas como “¡Te lo pasarás bien!” o “Llama pronto”.
Sólo me iba de viaje. Pensaba, avergonzada. Escondiendo mi cara en la chaqueta que llevaba en mi mano.
Un intercambio, la verdad, mi madre no tenía mucho dinero para llevarme fuera de EEUU, así, que sólo llegaba para irme a otro estado... De Nueva York a Texas... por favor... ¡Yo no quería ir a Texas! ¡A Dallas! ¡Quería quedarme en Nueva York! O irme a algún país de Europa... pero no ir a Texas.
“Necesitas un cambio de aires... han pasado muchas cosas en estos últimos 5 años, y tú, ya no sales con tus amigas, estás como... muerta” decía mi madre, cada día desde que me anunció que me iba a Texas un año. Aunque, tenía razón. Ya no tenía ni amigos, me los días enteros en casa... Pero, no me importaba lo que dijese la gente, yo quería desaparecer. Irme a algún país de Europa y seguir mi vida allí.

- Les informamos todos los pasajeros que el vuelo 97, con destino Dallas, Texas. Ha sufrido un retraso de 1 hora. –anunció el megáfono. Oh, genial, una hora encerrada en el aeropuerto.
¿Qué haría? Encima que no tenía ganas de irme, tenía que esperar una hora en ese maldito aeropuerto... ugh...
Cogí mi cámara de fotos, mi madre me había convencido que la cogiese. Me parecía una tontería.
Hacía años que no se utilizaba, era de mi padre. Me la regaló cuando se fue de casa.
Ojeé unas cuantas fotos. Habían fotos mías y de mis amigas... esas estúpidas pijas que ahora eran animadoras con un novio diferente por semana. Las odiaba.
Seguí mirando, encontré unas fotos con mi hermano, en el cumpleaños de mi madre de hace bastantes años. Íbamos del mismo color vestidos. Me entraba nostalgia el ver a mi hermano... pero, ya no tristeza. Ya lo había superado. Fui pasando rápidamente las fotos siguientes, no quería ponerme a recordar hechos pasados.
Encontré una foto mía y de mi novio, el único novio que tuve en mi vida... otra persona a la que no quería ver nunca más. Bufé y tiré la cámara al suelo.
¡No! ¡¿Qué había hecho?! Dejé caer mis rodillas al suelo y cogí la cámara. No se había roto nada... menos mal...
Seguí buscando indicios de daños. Encontré que se le habían caído las pilas. Miré por el suelo y vi una mano extendida enfrente mía.
- ¿Son tuyas? –preguntó una voz masculina.
- Sí, gracias. –dije, arrebatándoselas de sus manos y, aún en el suelo, se las coloqué a la cámara. Me levanté y me dirigí hacia mis maletas, sin importarme de mirar a la cara de el chico.
El chico siguió mis pasos... ¿Qué quería? Ya me había dado las pilas, ¿no? ¡Pues que se marche por dónde ha venido! El chico se colocó a mi lado. Ignoré que estaba y me dispuse a mirar al panel de vuelos, para disimular.
Pero la curiosidad mató al gato. Le miré mientras mi pelo liso y castaño me tapaba la cara. Era realmente guapo, pero, seguramente sería de esos tíos superficiales que están obsesionados por su cuerpo y quieren estar cachas.
Tenía a sensación que odiaba a todos sobre la faz de la Tierra... que todos eran idiotas...
Volví la mirada al panel. Retrasado... retrasado... retrasado...
Empecé dar golpes con el zapato en el suelo, la idea de irme a Texas no era muy atractiva, pero, era mejor que estar en aquel aeropuerto.
Miré otra vez a aquel chico, me estaba mirando. Volví la cara, avergonzada. No sabía que hacer. Vi el baño, mi salvación. Fui corriendo hacia él.

Me tiré agua a la cara. No estaba acostumbrada a que la gente me mirara. Era una de esas chicas que no captan la atención, era muy tímida, al menos, ahora sí.
Me miré al espejo. No era una chica muy guapa, ni muy atractiva... era todo lo contrario...
Odiaba mi pelo liso y castaño, odiaba mis ojos verdes, odiaba mis labios finos, odiaba mi complexión larguirucha y sin curvas... ¡me odiaba entera!
Era la típica chica de instituto que todo el mundo cree que acabará como una bibliotecaria, sola, en una casa llena de gatos.
En ese momento, unas chicas salieron del baño. Me encogí y me dirigí a la punta del lavabo, contra la pared.
- ¡Qué asco de baños! –espetó una rubia de bote.
- Ya ves... estoy esperando a Los Ángeles... NY está bien... pero nada en comparación con Beverly Hills. – respondió otra morena. Oh genial, unas pijas.
- Pues sí... –dijo, mientras me miraban con mala cara. Salí del baño corriendo, cogiendo mi “maleta”, que era una bolsa.
Tan despistada, que al salir del baño me choqué con alguien. Por la inercia, acabé en el suelo.
- ¡Lo siento mucho! –grité, avergonzada.
- Lo siento yo... tú has acabado en el suelo... –me extendió la mano. La cogí y me ayudó a levantarme. Alcé los ojos para mirarle la cara. ¡Mierda! ¡Era el tío de las pilas!
- ¡Ah! ¡Tú eres la chica de la cámara! Que coincidencia, ¿no? –dijo con una sonrisa en la cara.
¡Qué mala suerte! Con todas las personas que habían en aquel aeropuerto, tenía que volver a encontrarme con él... no es que le tuviera manía...
- Sí, es verdad... –susurré. El chico seguía mirándome. Miré hacia el suelo, sentía verdadera vergüenza... ¿cuánto tiempo hacía que nadie me miraba con esa intensidad? Quizá... nunca.
Miré rápidamente al panel de vuelos... ¡el avión estaba ya!
- Ehh... lo siento, pero me tengo que ir. –dije, y rápidamente salí corriendo de allí. ¡Salvada!

Cargué rápidamente mi maleta. Pasé el control de metales. Todo. Ya había dicho adiós a mi ciudad amada y cuanto antes me iría, mejor, así no podría huir de mi destino.

Subí al avión, no era muy grande e iba en la sección de turista. Me coloqué alejada a las ventanillas, había conseguido que el vértigo desapareciese, pero, aún no estaba muy segura si me volvería aquel miedo. Me senté. Tenía toda la pinta de ser un viaje aburrido,... yo y mi optimismo.
Cogí mi libro, mi preciado libro de Edgar Allan Poe; El Escarabajo Dorado. Lo empecé a leer, intentando ignorar el despegue del avión.
Hubieron unas pocas turbulencias, quería poder tener una seguridad, agarrarme a algo, pero no tenía nada. Me hubiese gustado tener una mano a la que coger. Sentía miedo... ¿el vértigo había vuelto o es que tenía miedo a los aviones?
Apreté mi mano contra el posabrazos del asiento, tenía las manos rígidas y temblaban levemente.
Noté un movimiento brusco en el avión. Reprimí un grito entre mis dientes. ¿Turbulencias? Oh no...
En ese momento, note como una mano se posaba sobre la mía. Me la cogía.
- No te preocupes –susurró una voz-, no te pasará nada.
Aquella voz me pillo desprevenida. Con los ojos algo llorosos me giré hacia aquella vez. El destino me había cogido manía, era el tío de las pilas.
Había estado tan agobiada que ni me había dado cuenta de quien tenía a mi lado. No me desagradaba tener su mano sobre la mía, pero, lo veía extraño. Notaba una sensación que no reconocía, me era familiar, como si, hace tiempo la hubiese notado, pero seguía sin reconocerla.
Noté otro temblor, era más pequeño pero me siguió dando miedo. Le cogí la mano más fuerte pero, después me arrepentí.
- No te preocupes... no ocurrirá nada. –dijo con una sonrisa.
- Estimados pasajeros. Estamos sufriendo unas pequeñas turbulencias, pero, no se preocupen. Pónganse el cinturón de seguridad y manténganse en sus asientos, en unos minutos las turbulencias desaparecerán. –anunció el interfono del avión.
- ¿Ves? –puntuó.- No tienes que agobiarte, en unos minutos se pasará.
- No creo que aguante unos minutos. –susurré. Rió.
- ¿Cómo te llamas? –preguntó, cambiando de tema.
- Melinda, ¿y tú?
- Dante. –dijo con una sonrisa radiante. Le devolví una yo también, pero, no era tan perfecta como la suya. Mi corazón empezó latir un poco más rápido. ¿Qué te pasa, corazón?¿Qué ocurre? Aquella sensación era muy extraña... era aquella sensación otra vez que había sentido hace unos escasos segundos. ¿Acaso...? No, imposible... yo me había convertido en algo frío, gélido... no volvería a conocer aquel sentimiento.
Las turbulencias cesaron repentinamente.
- Ya ha parado todo... ¿estás bien?- Sí...-susurré... quizá de maravilla.

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