jueves, 20 de agosto de 2009

Capítulo 2 : Ella

- ¿Quién es esa? –le preguntó Charlie a sus amigos.
La chica a la que señalaba estaba apartada de todos, apoyada en una parte de la pared de la puerta principal. Nadie se fijaba en ella y ella no se fijaba en nadie. Era de estatura mediana y no era ni flaca ni gorda, tenía el pelo tan negro como el suyo, liso y largo, aunque con algunas mechas rojas e iba vestida de negro completamente. Cualquier persona habría dicho que era una chica normal, pero su palidez y sus prominentes ojeras le hacían parecer enferma. Él la miraba fijamente. En ese momento, ella levantó la cabeza y sus miradas se encontraron. Ella tenía los ojos verdes oscuros y no expresaban emoción alguna, estaban como... apagados, sin luz ni vida.
En aquel momento, la campana devolvió a Charlie a la realidad. La misteriosa chica se irguió y se dirigió al edificio. Intentó seguirla, pero todo el mundo estaba entrando a la vez y no le dejaban avanzar.
Se quedó allí plantado hasta que se dispersó la gente y suspiró. Notó unos golpecitos en el hombro y se giró, era Mike.
- Ya es hora de que entremos, o llegaremos muy tarde. –dijo con tono de despreocupación pero a Charlie le impacientó. “Tarde”... ¡no podía llegar tarde!
- ¡Vamos! ¡No puedo llegar tarde! –dijo y disparado hasta dentro del instituto. No recordaba que clase tenía en ese momento, así que intentó sacar el horario de su mochila. La cremallera se atascó y zarandeó la mochila hasta que la cremallera se abrió. Rebuscó rápidamente mientras escuchaba a los último rezagados entrar en las clases y a sus amigos detrás de él.
Él seguía buscando pero no lo encontraba. Escuchó como alguien carraspeaba. Levantó la cabeza y vio una mano fina, pálida y con las uñas pintadas de negro que le tendía una papel, era su horario. Charlie cogió el horario y levantó la cabeza un poco más para ver su rostro, pero la chica se giró bruscamente y se fue corriendo a la puerta más cercana.
- Gra... cias. –dijo allí plantado, en medio del pasillo. Distinguió aquel pelo, era el de la chica de la entrada, la chica de la piel pálida y enfermiza.
Cuando volvió a la realidad, recordó que tenía que ir lo más rápido a clase, seguro que el profesor ya estaba allí, plantado en medio de la clase para echarle la bronca.
Y por casualidad del destino, la clase a la que tenía que ir era la más cercana... la clase a dónde la chica misteriosa había entrado. Se acercó a la puerta y miró a través del cristal, todos los alumnos estaban levantados y hablando entre ellos, eso significaba que el profesor no había legado aún. Suspiró, aliviado y abrió la puerta con gran ímpetu. Pasó por todos los pupitres hasta que llegó al único vacío que había en clase, al fondo. Mientras pasaba, se escuchaban murmullos y risitas de las chicas, otras, lo miraban embobadas. Todas las chicas de la clase hicieron una de esas dos reacciones, todas menos una.
Charlie se sentó en el único pupitre libre y miró a su alrededor, había algunos conocidos suyos, pero ningún amigo a la vista. Se dedicó a buscar a la chica misteriosa, se asomó para ver las mesas delanteras pero no la vio. La encontró, por un giro casual de su cabeza, a su lado, en la esquina del fondo de la clase. No se había dado cuenta de que estaba allí, era la única persona, aparte de él, que no estaba hablando con nadie.
Se quedó observándola un minuto entero. Se escuchaban bufidos envidiosos de las demás chicas que estaban observándole. Pero cuando el profesor entró por la puerta, todos fueron veloces a sus asientos y se callaron, aunque la mayoría seguía hablando por susurros. Charlie giró la cabeza rápidamente y observó a su profesor de matemáticas.
Llevaba la cabeza cubierta con una horrible gorra y una pajarita en su cuello a conjunto, también llevaba una camisa a cuadros y unos pantalones caídos. Cómo no, era el profesor Marshall. Aquel profesor, todos los primeros días del curso se vestía de “rapero” para, cómo decía él, “tener mayor contacto con los alumnos y comprenderlos mejor”. Charlie recordó el primer día de instituto, cuando le dio un ataque de risa al verlo.
- Bienvenidos, alumnos míos, al nuevo curso. Cómo la mayoría sabréis, soy el profesor Marshall, -dijo, cogiendo un papel que tenía encima del escritorio- pero veo que tenemos una nueva alumna, ¿quieres levantarte y venir aquí, eem... Evangeline?
La chica misteriosa se levantó con desgana de su asiento en el fondo de la clase. Todos giraron la cabeza para observar a la nueva alumna. Todos los ojos la miraron mientras llegaba al lado del profesor.
Se quedó allí, plantada mientras un silencio incómodo pasaba por el aula. Evangeline giró la cabeza a Marshall.
- ¿Qué tengo que decir? –susurró. Su voz era dulce, parecía haber salido de una diminuta muñequita de porcelana.
- Pues, lo que sea,... cómo te llamas, de dónde vienes, tus gustos,... y oye, ¿te gusta el rap? –dijo, moviendo los brazos imitando a un rapero.
Evangeline suspiró, algo impaciente.
- Mi nombre es Evangeline Wells, nací en Inglaterra, pero vine de Chicago y no me gusta el rap. –Dijo esto último mirando a Marshall y se fue a su asiento rápidamente. Seguidamente, volvió a su asiento mientras habían miradas y cuchicheos. Marshall carraspeó y empezó con su clase de matemáticas.

La clase pasó lenta y aburrida, era un martirio tener matemáticas un lunes a primera hora. Charlie intentó ponerle toda su atención a la clase, pero, su mirada a veces se desviaba a Evangeline. Ella le pillaba siempre mirándola y él giraba rápidamente la cabeza, como si no hubiera ocurrido nada de nada.
Cuando el timbre sonó, todos salieron corriendo a la clase siguiente. Una chica se quedó en la puerta, era Sophia, una animadora que estaba colada por Charlie (como otras muchas) pero, ella tenía más excusas para acercarse a él.
Le paró cuando estaba saliendo de clase. Charlie no se había dado cuenta que estaba Sophia también en su clase, y al verla, se impresionó tanto que dio un respingo. Sophia fingió no haberlo visto.
- Charliee... vienes a la prueba de hoy, ¿no?
- Claro, yo tengo que dirigir las pruebas. –Dijo mientras miraba al interior de la clase, dónde aún estaba Evangeline, dibujando en su cuaderno. –Oye, nos vemos esta tarde, ¿vale? Sophia asintió y se fue dando saltitos hasta sus amigas, feliz de que le hubiera hablado, mientras Charlie se adentraba en la clase, feliz de haberse librado de ella y por poder hablar con la chica misteriosa.

Evangeline hacia garabatos en su cuaderno cuando el chico al que había pillado mirándole varias veces se acercaba a ella. El mismo chico que se fijó en ella en la entrada del instituto y el mismo chico al que le había dado aquel papel que se le cayó.
El chico estaba sonriente... no sabía que quería... pero sería mejor que no se acercase. Evangeline recogió su cuaderno y se levantó, para salir velozmente por la puerta. Charlie confuso, se puso delante de ella, cerrándole el paso. No quería parecer cruel, pero, tenía la sensación que se iba a ir pitando de allí.
Evangeline habló sin levantar la cabeza.
- Perdona, si fueras tan amable de apartarte, quizá llegaría pronto a la siguiente clase.
Él siguió allí parado.
- Sólo quería agradecerte lo de antes.
- ¿El qué? –preguntó Evangeline, haciéndose la tonta.
- Lo de darme mi horario. Si no hubiese sido por ti, ahora estaría o castigado o aun rondando por los pasillos.
Evangeline hizo un gesto con la mano, para quitarle importancia. Subió la cabeza un poco, pero fue un error. Sus ojos se encontraron, ella miró el rostro de él de hito a hito, era realmente bello, no guapo, si no bello y las demás chicas no se habían dado cuenta. Tenía los ojos color océano y hacían que te sumergieras en ellos. Por su cuerpo pasó una extraña sensación, se asustó y salió corriendo de la clase.
Charlie se quedó allí plantado, confuso.

1 comentario:

  1. Hay una parte en la que repites una frase: Dijo esto último mirando a Marshall y se fue a su asiento rápidamente. Seguidamente, volvió a su asiento mientras habían miradas y cuchicheos.

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