jueves, 20 de agosto de 2009

Capítulo 4 : Beso y oscuridad

Evangeline llegó a la puerta de su casa. Metió las llaves por el cerrojo y la abrió.
El interior de su casa estaba todo oscuro y se escuchaban algunos ruidos de gente hablando y risas. Después escuchó la voz de su hermano.
- Están todos locos –murmuró Sebastian mientras miraba la tele.
- Hola, –saludó Evangeline al ver a su hermano en el sofá, cómo esa misma mañana- ¿te vas a dignar a salir fuera o te quedarás aquí?
- Saldré después, cuando sea de noche.
Evangeline puso los ojos en blanco y dejó caer su mochila a su lado, se sentó en el sofá y miró la tele sin observar nada.
- Nadie te obligaba a venirte conmigo. –Susurró ella.
- Era mi deber, como hermano mayor, y si no fuera por mí, no tendrías dinero.
- Podría ganarlo,-dijo levantando el volumen de voz un poco y girándose hacia su hermano- ... trabajando como hace la gente.
- Exacto, como hace la gente.
La habitación se llenó de un silencio algo incómodo que sólo lo rompía la televisión encendida.
Evangeline se levantó del sofá y se acercó a la ventana más próxima, cerrada con las cortinas y la persiana. Toda la casa estaba oscura menos por la leve luz del televisor.
- Creo que ya va siendo hora de que te acostumbres a la luz del sol...
- ¡Ni se te ocurra! –bramó Sebastian- ¡Cómo lo hagas...!
- ¡Es por tu bien! ¡Si no, nunca encajarás, ni te relacionarás!
- No lo necesitamos, al menos, con ellos no.
Los hermanos se miraron con el ceño fruncido hasta que la hermana se dignó y se fue escaleras arriba, a su habitación.
Se tumbó en su cama, con las sábanas perfectamente dobladas encima y se quedó allí, pensativa. Pensaba en aquel extraño chico y también pensaba en lo que había pasado aquel día. Ella sólo quería pasar desapercibida, ser “normal”, pero, tenía la sensación de que a partir de ese día no iba a ser igual.

En el instituto, Charlie se preparaba para la selección del nuevo equipo de fútbol. Se escuchaban gritos de algunos chicos en los pasillos, pero él se encontraba sólo en el vestuario. Estaba pensando mientras miraba a la nada, divagaba en los hechos ocurridos aquella mañana. Al pensar en Evangeline se sentía... feliz, sentía como unos deseos dentro de él, quería verla, tenía que verla. Ya tenía un plan y una excusa para verla.
Los gritos aumentaron y por la puerta del vestuario se asomó Mike.
- Tío, sal de aquí, que ya es la hora de la selección.


“Nunca más...”
Evangeline repitió en su cabeza aquellas palabras. Se recostó sobre la cama y dejó su ejemplar de “El cuervo” en su mesilla de noche. Poe era su escritor favorito, sus relatos la sacaban tanto de su mundo que olvidaba lo que era. La transportaban a su mundo y cuando acababa de leerlos, sentía como se “moría” y “revivía” en el mundo real. A veces deseaba que las historias nunca acabasen, pero era imposible. Estaba aún en su estado de “muerte” cuando escuchó un leve sonido. Tardó bastante en comprender de donde provenía aquel sonido. Su hermano se asomó a la puerta, alejándose de la luz que emanaba la ventana.
- Evangeline... han tocado el timbre.
¿Habían llamado? ¿Quién había llamado? Nunca nadie había llamado desde que se habían mudado hace 3 semanas. La gente huía de aquella casa, les daba miedo. Todas las puertas y ventanas cerradas, y sólo salía una persona de aquella casa. Los ancianos de los alrededores ya se inventaban historias cómo que ella había matado a toda su familia y tenía los cuerpos encerrados en la casa, lo bueno era que en aquella calle sólo vivían ancianos y no ningún alumnos del instituto que pudiera contar aquellas historias.
Evangeline bajó de su cama, descalza y bajó lentamente las escaleras, sin hacer mucho ruido y con la mirada fija en la puerta. El timbre volvió a sonar. Abrió la puerta cuidadosamente, teniendo miedo de quién se encontraba al otro lado.
Y aquel chico, aquel chico se encontraba de pie, esperando mientras miraba la calle de un lado a otro. El chico giró la cabeza cuando escuchó el ruido de la puerta.
- Hola –saludó Charlie.
Evangeline se quedó unos segundos mirándole con los ojos entrecerrados, no podía creérselo, acaso ¿la había seguido?
- ¿Qué haces aquí? –preguntó, aun con el mismo gesto en su rostro.
- Solamente he venido a hablar sobre lo pasado esta tarde –dijo, ignorando el tono algo antipático de la voz de ella.
- No hay nada de que hablar, ha sido un accidente y ya está.
- Me gustaría discutir de eso contigo, pero prefiero hacerlo dentro de una casa que en el porche de ella –dijo él, señalando el interior de la casa con un movimiento de su cabeza.
Evangeline suspiró y abrió completamente la puerta, dejando que entrara y desapareció en la oscuridad de la casa.
Charlie se sorprendió de que todo estuviera tan oscuro, pero la luz apareció de pronto, con la velocidad de la subida de las persianas.
- Mi hermano estudia hasta tarde y ahora mismo está durmiendo, necesita oscuridad para dormir –dijo Evangeline, adelantándose a Charlie, suponiendo que su hermano estaba en su habitación.
- ¿Y necesita toda la casa?
- Sí y no tengo que darte un porqué –respondió con dureza mientras se sentaba en uno de los sillones. – Y bien, ¿de qué quieres discutir?
Charlie se sentó en el sofá y se inclinó hacia delante, para estar más cerca de Evangeline.
- Primero; espero no te enfades sobre la broma de las animadoras, son algo idiotas y no entran en razones y segundo; me gustaría saber porqué no le habías dicho la verdad a la directora.
- Primero; la verdad es que no me importa lo que me hagan y segundo; prefiero no tener problemas con esa clase de gente. Ahora seguro que me tendrán manía... no es que me importe mucho, pero prefiero ser invisible.
Evangeline se calló rápidamente, había hablado demasiado. Charlie frunció el ceño y se levantó el sofá. Se acercó a Evangeline hasta quedar peligrosamente cerca de ella, entre sus narices habían muy pocos centímetros.
- No te preocupes por las animadoras, conmigo estarás a salvo, –dijo con una sonrisa que derretiría a la chica más dura- y sobre lo de ser invisible, ya no creo que pueda ser.
Evangeline se sintió un poco incómoda al verle tan cerca de ella, apartando la mirada de su rostro, con la respiración algo agitada... ¿qué le ocurría? ¿Qué le pasaba? Se sentía muy extraña... no sabía como actuar.
Charlie tragó saliva y se acercó un poco más a ella, muy lentamente. Ella levantó la mirada y se encontró con él, todavía más cerca. No se pudo contener, posó bruscamente sus labios sobre los de él. Charlie se sorprendió de que fuera ella la que diera el paso, se dejó llevar, poniendo sus manos sobre su cintura y su cabello. Las manos de ella se encontraban en su hombro y en su cabello también. Apartó bruscamente su boca de la de él y bajó suavemente hasta llegar a su cuello. Tiró su aliento en él y abrió poco a poco su boca, acercándose, enseñando sus...
-¡¡No!! –gritó Evangeline, empujando a Charlie.
Evangeline se levantó del sillón y se dirigió a la ventana. Charlie se encontraba muy confuso. Se levantó y se acercó un poco a ella, tratando de calmarla.
- Será mejor que te vayas –espetó ella, dejándole petrificado en el sitio- por favor.
El chico se dirigió lentamente a la puerta, aun confundido, y mirándola. Se escuchó cómo chirriaba la puerta al cerrarse.
Evangeline puso sus manos encima de su rostro, ¿qué había estado a punto de hacerle? Estaba muy decepcionada con ella misma, no creía que fuera hacerlo, no a él. Sentía unos sentimientos algo extraños hacia ese chico... había estado apunto de... morderle.
Tras aquel beso... vino la oscuridad que la acechaba... su naturaleza la ponía contra la espada y la pared... hacía mucho que no cazaba.

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