jueves, 20 de agosto de 2009

Capítulo 4 : Mi nueva casa y la gente que vive en ella (parte 2)

Tras media hora de conversaciones estúpidas por parte de Anya, el teléfono me salvó la vida. Dean entró en su habitación con el teléfono en la mano.
- Es Martha, quiere hablar contigo. –Dijo apoyado en el marco de la puerta extendiendo con desgana el teléfono hacia su hermana.
- ¡Oh! ¡Es verdad! Tenía que contarme lo de Mike. Ahora vuelvo, Melinda –me dijo con una sonrisa. Yo asentí y desapareció. Su hermano siguió allí, observando lo que hacia. A mí me daba algo de vergüenza, pero seguí con la tarea de salvar aquella maqueta.
Me sorprendió cuando, al cabo de unos minutos, habló.
- No tienes porqué hacer eso. –me dijo con el ceño fruncido. Me encontró desprevenida y no entendí la pregunta. Le miré con una ceja alzada. Él pilló la indirecta. –Hacer la maqueta, ayudar a mi hermana. No tienes porqué hacerlo, es su trabajo y si suspende, pues que suspenda.
Le volví a mirar con una sonrisa. Su bonita cara hizo una pequeña mueca de confusión, pero pronto la cambió por una preciosa sonrisa, se arrodilló en el suelo y cogió mi brazo.
- No sigas. –dijo mirándome a los ojos. Notaba como me ponía roja como un tomate. No sabía porqué notaba tanta vergüenza, era muy confuso y extraño. Bajé la mirada hasta mi brazo y en ese momento me percaté que ahí habían unos números pintados en él... el número de móvil de Dante, ya no lo recordaba. Dean se percató de lo que miraba. -¿Y esos números? ¿Algún número de teléfono?
- Sí... –susurré-, es el de una chica, nada importante, que no pude apuntármelo en otra parte.
Me percaté de lo que había dicho, ¿por qué había dicho eso? ¿Por qué había dicho que no era importante? ¿Qué hacía quitándole importancia a aquel chico que me había hablado, me había tratado tan bien sin ni siquiera conocerme? Aquel chico que creía haberme enamorado de él... Yo no era así.
- Ah vale –dijo con una sonrisa algo disimulada, yo fingí no haberla visto. En ese momento sonó mi significativa sintonía del móvil de Flyleaf. Me levanté del suelo y corriendo fui a la habitación. Rebusqué por mi maleta-bolsa, pero no lo encontraba.
Al final, el móvil dejó de sonar sin haberlo podido encontrar. Escuché como Dean se acercaba hacia la puerta.
- ¿Algo importante? –preguntó.
- No lo sé, pero si lo era, volverá a llamar sea quien sea.
Él se volvió hacia el pasillo. Le seguí y vi como se fue hacia su habitación. Sentía curiosidad por ver como era. Me acerqué y me asomé por la puerta abierta. Esta habitación también era más grande que la mía, pero no había tanta diferencia. Esta ventana conducía también a la parte delantera de la casa, donde se veía la casa de enfrente. Las paredes estaban decoradas con alguna que otra camiseta de equipos de rugby de instituto, dos estics de hockey cruzados y algunos posters de grupos de música, los reconocí todos, eran bastante buenos y me gustaban. Había una cama bastante amplia (normal, con lo alto y musculoso que era Dean), un escritorio, unas estanterías llenas de trofeos y otras con libros. Me sorprendió un poco que tuviera tantos libros, no me esperaba nada de eso de un jugador de rugby del instituto. Aunque, pensándolo bien y quitando los estics y las camisetas de la pared, era la habitación de un chico con buen gusto musical y gran pasión por la lectura.
- Bonita habitación... –susurré para mi misma, pero Dean lo escuchó.
- ¿Te gusta? –preguntó interesado y algo sorprendido de que estuviese asomada por la puerta de su habitación. Asentí vergonzosamente porque me hubiese pillado.
Él sonrió demostrando sus dientes blancos. Su sonrisa era muy bonita. En ese momento, lo único que escuchaba era mi corazón. Todos los demás sonidos carecieron de importancia o, simplemente, ya no los escuchaba.
No supe cuanto tiempo estuve en aquel “trance”, volví a mi mundo cuando empezó a zarandearme Dean.
- Eh, eh... –empezó a susurrar mientras me zarandeaba suavemente. Las pequeñas sacudidas me “despertaron”. Confusa, agité la cabeza. - ¿Qué te ha pasado? Te has quedado embobada mirándome, creía que te pasaba algo –dijo con una sonrisa.
Me reí de mi misma, de lo que me estaba pasando, de cómo me estaba comportando. Sentía algo similar a lo que me pasaba con Dante, pero algo más fluido y desenfadado. Seguía sin comprender que me estaba ocurriendo y no comprendía tampoco como es que yo reaccionaba así. En ese momento, Dean me puso su mano sobre mi hombro y lo acarició con algo de timidez.
- Creo que estoy algo cansada del viaje y eso... –susurré algo avergonzada.
- Será mejor que descanses un poco...
Y me puso la mano sobre mi cintura y me dirigió hasta mi habitación. No me creía, me estaba comportando de una forma algo extraña en mí, aunque, lo peor era que Dean me seguía un poco el juego.

Me dejó en la puerta de mi habitación. Los pocos pasos que habían entre la mía y la suya se me habían aparecido en mi cabeza millones de preguntas, todas relacionadas en que me pasaba. No me atrevía a mirar a Dean a los ojos.
- Duerme un poco –me aconsejó, y aunque, no lo veía, notaba que su sonrisa aparecía de nuevo en su rostro. Yo me limité a asentir.
Al salir, cerró la puerta poco a poco. Yo me tumbé en mi cama, confusa, cerrando los ojos poco a poco, hasta quedar otra vez completamente dormida.

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