jueves, 20 de agosto de 2009

Capítulo 3 : Lios

Por fin era la hora del almuerzo. Todos los estudiantes habían salido corriendo de sus clases, teniendo por fin, un tiempo para comer, hablar o lo que sea. Se iban acercando todos a la cafetería, pidiendo algo de comer, o saliendo al exterior. Hacía muy buen día, como era normal en Jacksonville, la mayoría de los estudiantes salían a fuera para comer. Se reunían en pequeños grupos y charlaban, era lo típico.

Charlie se reencontró con sus amigos, cogieron el almuerzo (una gran montaña de comida pre-cocinada) y salieron a fuera. Les esperaban la mayor parte del equipo de futbol y bastantes animadoras, entre ellas, cómo no, Sophia, que mostró una sonrisa deslumbrante al verle. Llegaron cuando una conversación empezada.
- ¿Y qué me contáis de la nueva? –dijo Jack, el delantero chulito. Era un perfecto chaquetero (en torno a las chicas), cada semana, elegía a una “novia” cómo decía él, y poco después se deshacía de ella como el que tira un clinex a la basura. A Charlie le parecía un completo idiota. – Parece guapa, pero también algo rara.
- Y que lo digas. –dijo Sarah, la capitana de las animadoras, mientras se comía un trozo de zanahoria – Parece una gótica amargada... ¡y qué nombre que tiene! ¡Evangeline! ¡Parece del siglo pasado!
Tras ese comentario, todos los presentes se rieron, menos los tres recién llegados.
- ¿De qué habláis? –preguntó Dean mientras se sentaba en el suelo– Mejor dicho, ¿de quién?
- De la nueva, -respondió Sophia, con su sonrisa siempre acechando por su boca- Está en la clase de matemáticas de Sarah y Charlie.
Charlie se inmutó un poco al oír su nombre, pero, se sentó y siguió con sus pensamientos. En sus siguientes clases, biología e historia, no encontró a Evangeline y deseaba encontrarla, no sabía por qué, pero lo quería. Sentía, en su interior, una pequeña obsesión que estaba creciendo poco a poco. Seguía siendo una persona extraña para él y no quería que siguiera así, quería conocerla bien.

Las siguientes clases fueron tan aburridas como las demás. Charlie seguía sin encontrar a Evangeline en ninguna de ellas, al menos, en una de ellas estaba con Mike, pero en otra tuvo que soportar a Sophia.
Por fin, la última clase, gimnasia, era la única que le gustaba a Charlie y estaba con sus dos amigos. Fueron a los vestuarios para ponerse el chándal.
- Qué mierda... odio el instituto –comentó Dean mientras se quitaba la camiseta.
- Es el primer día y ya te quejas –dijo Mike entre risas.- Pero te tengo que decir que tienes razón... ¡qué clases más aburridas!
En ese momento pararon de hablar. Había un silencio algo incómodo en el aire. Charlie notó sus miradas encima suya.
- Tío...¿qué te pasa? –le preguntaron casi al unísono.
- Nada, nada, ¿porqué? –preguntó algo incómodo y avergonzado.
- Emm... pues que porque no has dicho casi ni una palabra desde por la mañana, antes de entrar al instituto y estás como... ido. –respondió Mike con un cierto tono de molestia en la voz.
Tenían razón, no se estaba comportando como normalmente. Él era más hablador, más espontáneo... y se estaba comportando... diferente. Se pasó una mano por el pelo y se levantó. Llevaba puesto los pantalones de chándal, pero aun llevaba su camiseta, se volvió a sus amigos y les mostró una pequeña sonrisa.
- Sé que estoy algo extraño, pero no es nada... sólo es por el primer día de clase. –dijo con algo de timidez,... intentando ocultar que era una mentira.

Salieron al gimnasio para el comienzo de la clase. Eran los últimos en llegar, como era normal, pero el profesor tampoco había legado. Charlie se estaba considerando algo afortunado en algunos sentidos aquel día.
La puerta del gimnasio se abrió y entró la última rezagada, aquella persona a la que esperaba Charlie. Por la puerta, entró Evangeline vestida con el chándal del instituto una camiseta blanca con unos pantalones rojos con una franja blanca, aunque, era algo más cortos y que los de las demás chicas... una broma de primer día. La camiseta le llegaba poco más de 5 cm del pecho y algo apretada y los pantalones le tapaban, más bien poco
Algunas chicas (todas animadoras) empezaron a reírse cuando entró por la puerta, pero les salió el tiro por la culata. Ella entró cómo si nada hubiera pasado e ignorando a todos los demás. Poco a poco, la gente de la clase se fue fijando en ella, los chicos se iban quedando con la boca abierta, no solo porque iba cubierta muy poco, también porque tenía un gran tatuaje que le cubría gran parte del muslo izquierdo.
Las animadoras se fueron callando y miraron enfadadas por la reacción de los chicos, las demás chicas se reían de las expresiones de las animadoras y sonreían a Evangeline, mientras los chicos se miraban entre ellos, hablaban en susurros o simplemente la miraban. Charlie se había quedado embobado, lo que más le sorprendió fue aquel enorme tatuaje que tenía en la pierna, era una especie de dragón negro muy extraño.
Evangeline se mostró algo avergonzada y fue a sentarse en un banquito, pero las miradas la seguían. Pronto, se escucharon bufidos de envidia de las demás chicas.
Charlie, suspiró y empezó a andar, dirigiéndose a aquel banquito. Sintió en su nuca las miradas de sus amigos, también las miradas de todas las demás personas del gimnasio, junto a sus susurros.
Cuando llegó enfrente de ella, se paró en seco y bajó la mirada. Evangeline le miraba confusa mientras él se iba quitando la camiseta sin dejarla de mirarla a los ojos, después, le extendió la camiseta delante de su cara.
- Anda, póntela –dijo, con una menuda sonrisa en sus labios.
Ella negó con la cabeza.
- No necesito tu caridad, me puedo zafar de las bromas yo sola.
Charlie suspiró fuertemente y se acercó un poco más a ella, para hablarle sin que los demás les escuchasen.
- Bueno, creo que a partir de ahora tendrás a unas cuantas personas que te seguirán... si prefieres tener una clase de gimnasia con miradas lascivas acechándote y susurros rodeándote, no cojas la camiseta...
Evangeline soltó un bufido y cogió bruscamente la camiseta que colgaban de sus manos.
Cuando se la iba a poner, la puerta del gimnasio se abrió de par en par, entrando una pequeña figura encogida y arrugada, era la secretaria Simpson.
Lo primero que vio la Simpson fue a Charlie y a Evangeline relativamente desnudos al su parecer. Empezó a ponerse colorada.
- ¡Ustedes! –gritó como una loca, señalándolos con su pequeño dedo arrugado- ¡Vayan ahora mismo al despacho de la directora!
Evangeline miró confusa a Charlie y se fue levantando poco a poco, aún con la camiseta de él en sus manos.
- Será mejor que nos demos algo de prisa antes de que se enfade maá... –le susurró Charlie, pero fue interrumpido por otro grito ametrallador.
- ¡¡Ahora es ahora!!
Los dos jóvenes salieron veloces del gimnasio, cerrando las puertas cuidadosamente mientras se escuchaban aun algunos chillidos de dentro.
- ¡Díos mío! ¡Vengo aquí, para decirles a los alumnos que su profesor tardaría en llegar y me encuentro con que los dos chiquillos estos estaban a punto de... tener relaciones pre-matrimoniales delante de todos!
Evangeline puso otra vez una cara de confusión, ¿relaciones pre-matrimoniales?
- Lo sé, está loca –comentó Charlie, sorprendiéndola, mientras se iba adelantando por los pasillos– es una monja retirada, por eso es así, saca conclusiones muy precipitadas. Si fuera por ella, este instituto sería de curas.
Evangeline se quedó pensativa, pero siguió andando, detrás de él. Charlie se pasó una mano por el pelo y gruñó. Ella se sorprendió un poco, y luego bajó la cabeza.
- Lo siento mucho...
Charlie se giró sorprendido. Entrecerró los ojos un poco.
- Tú no tienes la culpa, han sido las imbéciles ésas. Creo que ya no les queda ninguna neurona en la cabeza con tanto tiente y tantas extensiones.
Evangeline sonrió un poco pero rápidamente cambió la sonrisa por la misma cara de antes, pero él se dio cuenta.
- Lo malo es que si me castigan, creo que tendré que decirle adiós al fútbol. –Prosiguió y siguió caminando.
Ella no dijo nada, solamente le siguió.
Pasaron unos segundos en silencio, no era nada incómodo, pero había un poco de tensión por parte de Charlie, no sabía que podía pasar.
- Le explicaremos que ha sido un malentendido, seguro que nos comprende. –Dijo por fin Evangeline, mostrando esta vez su sonrisa.
- Gracias.

Mientras seguían el camino, (que era algo largo, ya que el despacho estaba a la otra punta del instituto), se fueron topando con otros alumnos que les miraban extrañados o embobados. Decidieron ignorar lo que pensaban y siguieron.
Al llegar al despacho, los dos suspiraron a la vez, pero no se dieron cuenta.
Charlie tocó la puerta. Se escuchó un “adelante” del interior y la abrió.
La directora Williams, de unos treinta y pico años, se encontraba en un despacho muy iluminado, rodeada de fotos enmarcadas, pequeños banderines y trofeos.
Para su sorpresa, la secretario Simpson se encontraba a su lado con una mirada llena de rabia.
Qué rápida es , pensó Evangeline.
- Ya se puede marchar –dijo la directora y la secretaria salió del despacho manteniendo aun esa mirada. – Chicos, sentaos... creo que lo que ha ocurrido aquí ha sido un malentendido.
A Charlie se le iluminaron los ojos al ver que no tenían que dar muchas explicaciones.
- Es cierto, ha sido un malentendido.
- Me gustaría escuchar vuestra versión. Confío plenamente en la señorita Simpson, pero en estos casos saca conclusiones muy precipitadas.
- Sí, señora, -comenzó Evangeline – es que, al parecer, mi chándal se había encogido y... –pero rápidamente fue interrumpida por Charlie.
- Ha sido una broma de unas chicas. -La chica le fulminó con la mirada, pero la ignoró- para ser más exactos, las animadoras de aquella clase.
La directora asintió levemente con la cabeza, abrió un cajón y miró unos papeles de dentro. Lo volvió a cerrar.
- Bueno, chicos, os podéis ir ya.
Los dos se miraron mutuamente, sorprendidos y alegres de que fuera tan poco y salieron del despacho.
- Creo que será mejor que volvamos y nos vistamos, -murmuró Evangeline y le devolvió la camiseta- ya casi debe de ser la hora de irse.

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